Qué ingrato ha sido despertar. He perdido la noción del tiempo, todos los días son la misma mierda. Eso de que el tiempo lo cura todo es mentira, ha pasado ya un mes y sigo sintiendo el corazón apachurrado.
No es fácil aceptar que ya no estás. Tu ausencia se siente en las entrañas, el vacío me atraganta por las noches: dueles mucho.
Nunca nadie te prepara para la partida de un ser querido; nadie te dice que puedes sentir el gran silencio de la oscuridad, emergiendo de lo más profundo del ser. El miedo aparece como nunca antes lo has sentido, te vuelves pequeño en la inmensidad.
En un segundo estás y al otro te vas, así es la vida, eventualmente todo llega a su fin. Desde el momento en que nacemos, nuestros minutos están contados. Pasamos la vida como aquel que pasea por el parque; te detienes un instante para admirar los árboles, escuchar a los niños reír, incluso reposas sobre una banca vieja y oxidada porque la lluvia y el viento la han deteriorado y cuando te das cuenta, han pasado horas.
Poco tiempo antes de tu partida prometiste que escribirías para contarme cómo iba todo. Pensé que te volvería a ver pronto y que podríamos ponernos al día. Pensé que podríamos tomarnos una caguama mientras me contabas sobre tu último viaje, tu próxima fiesta o tu reciente desvelo.
- ¡Tengo tanto que contarte! – Dijiste.
Escuché una voz tan vibrante que pensé: “ahora sí, éste es Murdoc”.
Los días como hoy es difícil describir con palabras qué se siente cuando se pierde a uno de esos amigos que han escrito un buen número de páginas en el libro de nuestra vida. ¿Qué te puedo contar? Los días han sido una bomba de emociones. No he dejado de pensar en todo lo que pasamos, todo lo que reímos, las canciones que escuchamos y las pedas que nos pusimos, pero lo más difícil es dejar de pensar en todo lo que no vivimos. ¿Pudimos haber hecho algo más? ¿Otro festival o quizás un consejo más? ¿Un viaje a Mazamitla u otra amanecida en el Américas?
Te fuiste sin despedirte pero dejaste con nosotros los recuerdos de vivencias que nada ni nadie nos podrá quitar. Me quedo con las ganas de haberte dado un abrazo más, aunque fuera el último. Pero también me quedo con la imagen de un gran amigo que siempre sonreía y que siempre me recibía con una bebida bien pinche buena en noches de fiesta.
El futuro se ve incierto y lo único real en este momento es tu ausencia, pero confío en que ahora te encuentras en un lugar lleno de paz, un lugar del firmamento donde no existe el tiempo. Allí nos encontraremos amigo, y bailaremos en una fiesta sin final.
Siempre te echaré de menos.
Fotografía por asketoner
Hago lo que me gusta porque algún día todos nos vamos a morir.