Te convertiste en la historia que quise siempre contar, en mi sueño más profundo y en la incertidumbre más intensa al no saber cuándo volverás o si es que acaso, sólo tal vez, has pensado en hacerlo. 

Sigo escuchando esa canción que habla de ti sin mencionarte. Estos últimos días tengo en mis labios tu nombre y guardo un abrazo, el más cálido, para cuando te encuentre casualmente.

Todavía te espero en el punto donde aún no he despertado por completo; sigo aquí, aguardando el momento de volver a ver tus lunares en el amanecer y así llegar a ti. 

Sin ningún contratiempo, los jueves, a la misma hora, siempre en el ocaso, recuerdo tu sonrisa y tu mirada, expresiones hermosas destinadas a quedarse conmigo.