siempre tendremos acapulco

Hay días malos en los que necesito un poco de ayuda para pasar.

Cierro los ojos y escucho la laguna chocando contra la tarima de madera que daba a la ventana de nuestra habitaciòn; siento la brisa tranquila sobre mi cuerpo caliente y mojado. Recuerdo el sabor de la pasta. ¿Quién come pasta en la playa?

Ahì donde la laguna y el mar están a menos de 100 metros de distancia, regreso en recuerdos para sentirme más segura. Para saborear de nuevo el romanticismo de aquella cena a la luz de las velas. Para acordarme de mi loca, libre, mientras voy al máximo en la moto de agua contigo agarrado a mi cintura.

Extraño los juegos sin sentido que inventabas en la alberca, acordarme de como te veía de padre cuando cuidabas a los niños que vivían ahí.

Ahí donde deshacías la cama de tanto amor que me hacías  o las noches en que salías en aventura para traerme comida.

Ahí donde no quería despegarme de ti aunque nuestros cuerpos estuvieran atascados en sudor y arena, ahì regreso algunas veces para respirar un poco, imaginarme en tus brazos y volver a la realidad.

Ahí donde eramos tan felices, ahí siempre tendremos acapulco.

Fotografía por Nastya Pestrikova