Hace mucho tiempo que no veo a mi familia ni a mis amigos y la verdad no los extraño, siento que cuanto más lejos estoy de ellos, mejor.
Nunca nadie se interesó realmente por lo que yo sentía o hacía.
Recuerdo cuando yo les hablaba a todos sobre algo que me interesaba, pero nunca me hicieron caso alguno, siempre optaban por reírse, cambiar de tema o fingir que no me habían escuchado. Nunca voy a entender por qué hicieron eso.
Supongo que no fue su intención, pero igual me lastimaba.
Siempre fui más sensible que el resto aunque pareciera que nada me importaba, a veces no dormía pensando en todas esas cosas que alguna vez me lastimaron.
A pesar de todo nunca dejé nada sin terminar exceptuando mis 40 textos incompletos, guardados y editados más de cinco veces, están en mi computadora. Como escritora siempre encontraba algo que no me gustaba.
Mis textos fueron lo único que pude modificar a lo largo de mi vida.
Me gustaría decir que cambie el mundo de alguna manera pues adopté varios animales de la calle, le daba asistencia a la gente que lo necesitaba y más de alguna vez fui voluntaria en Cruz Roja, pero el mundo nunca cambia y a veces dudo en que nosotros alguna vez lo hagamos. Tal vez solo me gustaba sentirme útil e hice todas esas cosas.
Tuve una vida promedio apegada a la realidad, jamás fui exitosa, nadie aclamó mi presencia, no publiqué ni uno solo de mis textos, nunca hice nada extraordinario ni mucho menos me casé con el amor de mi vida.
Esas cosas no le pasan a la gente como yo.
A lo largo de mi vida me topé con muchas personas que me lastimaron y muy pocos se disculparon por hacerlo, me hicieron sentir como basura, una total mierda desplazable y fácil de evadir. Pero no fue mi culpa, lo sé.
Poco a poco fui colapsando, me hundí en un mar de tristeza, desplazo y soledad. No aprendí a nadar nunca y me dejé ahogar.
Así que sí, como no tenía nada mejor que hacer me autodestruí.
Hasta nunca.
Fotografía por Magnus Jorgensen
La vida es una constante de desgracias, siéntate a leer.