¿Hubo alguna obsesión, idea fija o imagen que guió el proceso creativo del disco, aunque no sea evidente para el oyente?
Sí, creo que hubo una obsesión. La idea que nos persiguió todo el tiempo fue enseñar nuestro lado roto, la idea de tener algo que ya no se puede arreglar pero aún así quieres tenerlo. Por eso la frase lo roto no se esconde, se hace así. Ese fue el fantasma detrás de cada canción del disco. Estábamos pasando por muchos problemas, cambios radicales y teníamos una sensación de seguir funcionando, ¿sabes? Al escribirlo éramos como un robot que sigue y sigue pero aunque ya no tenga batería para moverse está tratando de funcionar.
El proceso creativo fue muy honesto. Toño Montes fue el productor del álbum y junto con el buscábamos que el disco sonora como si le dieras play a tu cabeza a las tres de la mañana y te pusieras a trabajar. Es desordenado, honesto, a veces triste, a veces rápido, pero siempre real. Esa fue la obsesión: ser honestos aunque supiéramos que doliera. Queríamos que fuera distinto a todo lo que hemos hecho antes. Al final también el valor que sumó Cole Becker con la dirección artística y portada del álbum expresa un poco ese desorden mental que tenemos.
¿Cómo fue el proceso de decidir qué canciones sí y cuáles no formarían parte del disco?
Hay canciones que simplemente no encajan con el clima emocional del disco, aunque sean muy buenas. Es como invitar a alguien a una fiesta donde nadie baila — por más simpático que sea, no va. Así que fuimos dejando fuera todo lo que no se sentía dolido, confundido o honestamente jodido.
¿Qué cambió en la manera de escribir, grabar o producir en este disco con respecto al anterior?
Lo primero es que este es el primer disco, así que no hubo un “anterior” como tal. Pero sí hubo muchas versiones de nosotros antes de este disco. Muchas maquetas, muchas ideas, letras increíbles, muchas cosas que no salieron que seguro guardaremos para algo próximo. Lo que cambió principal fue que dejamos de tratar de sonar “bien” y empezamos a sonar como nos sentíamos realmente. Lo grabamos en casa sin dinero. Entonces tuvimos la libertad de experimentar sin la presión de tener una disquera encima. Ya no somos los niños de 16 años qué escribían “No hay autoridad” como en nuestro primer EP Miedo y Deseo, ahora solamente queríamos hacerlo de otra manera.
¿Hubo alguna canción que costó especialmente terminar o soltar? ¿Por qué?Sí, creo que sí hubieron varias. Pero lo personal creo que Se Hace Así porque el demo de la primera versión era distinto, un poco más rápida y nuestro productor Toño Montes le dio otro giro. Me gustó el resultado. También están esas canciones que cambian de forma cada vez que las escuchas. Nunca terminas de entenderlas del todo, y aún así sabes que tienen que estar ahí. Como si el disco las necesitara para respirar.
¿Qué rol jugaron la intuición y el error durante el proceso?
La intuición fue el mapa, y el error, el camino. No hubo un plan maestro, ni una fórmula. Tampoco dinero. Fue más como ir caminando en la niebla con los ojos cerrados. A veces te equivocas y justo ahí encuentras lo mejor. El equipo con el que grabamos no era el mejor. Micrófonos baratos, guitarras prestadas, acordes fuera de lugar, una toma mal grabada. Creo que cuando todo suena demasiado correcto, se vuelve falso. La música necesita errores, necesita grietas.
¿El orden de las canciones fue pensado como una narrativa? ¿Cómo se decidió el orden?
El orden importa. Siempre importa. Aunque nadie escuche discos completos ya, nosotros lo hicimos pensando en eso. Como una película sin imágenes. No es una historia lineal. Es más como un colapso ordenado. El disco empieza con un mucho feedback (La Semana Está Bajo Ataque) y termina con un coro que medio te hace re rodar a un susurro resignado (Lo Siguiente). Todo el disco está construido como si te metieras en una habitación oscura donde pasan cosas. Y cada canción es una puerta que se abre. Son diez canciones que se acomodaron solas, como si tuvieran memoria de las casi veinticinco que habíamos escrito para el disco. No lo pensamos desde la cabeza. Lo sentimos desde el estómago. Y cuando todo encajó, supimos que era así, que se hacía así.
Respondió Hugo Rojas
Fotografía por Archi

Pájaros Vampiro comienza cuando Hugo y Abraham con tal solo 17 años empiezan a hacer música mientras iban en patineta y jugaban al Rock Band.