Sakura

Hace algunos años le mostré a una mujer hermosa una pintura mía. En una libreta pequeña. Cuadrada, bellísima. De esas que usan los hombres y mujeres sabias que hacen caligrafía.

Ahí, en un abstracto negro. En tintas saturadas. Había un nombre en el centro del papel de arroz que lo recibía: “Sakura” decía en japonés. La mujer bellísima que podía leer japonés me miró y lo leyó en voz alta. Sin suponer lo que realmente significaba… ella no hablaba inglés, mucho menos español. Así que señaló unas flores insinuando que la pintura se refería a las también conocidas como cerezos. Nada mas lejano. El retrato era un ensayo abstracto del pelo negro de una musa transgresora que se apropió de mi subconsciente por una buena cantidad de meses…

El silencio respiró vacío. Nunca hubo respuesta. Tampoco apostamos a la certeza. Solamente el misterio decidió la suerte del diálogo, y de nuestra noche.