A veces tenemos que sostener el dolor físico que anuncia la desintegración; el no seremos madres en esta ocasión. El punto de un ciclo que nos distingue y nos empodera.
En ese tono, tomé un analgésico y caminé hacia un café que frecuento por su ubicación curiosa y sus bebidas. Ahí mi amiga Nubia me preparó un té de romero, de inmediato me alivió.
Con ese apapacho, de repente llegó un señor con un ramo de flores, luego supuse que me vendería algo.
Lo escuché y me comentó que él tiene epilepsia que por la edad y la enfermedad no le dan trabajo, entonces yo le podía dar lo que quisiera a cambio de una flor.
Me quedé pensando porque miles a diario mienten con enfermedades pero lo miré y algo me motivó enseguida. Le dije tengo esto de efectivo, y me respondió: escoge cuál flor quieres.
Decidí que él me diera la que sintiera, me dio la blanca. Comentó que es pureza, y que percibía que yo soy una niña así.
Mi abuela antes de morir me dio su aportación de pureza. Los símbolos del señor me cimbraron y puse la flor en mis piernas. No tenía espinas.
Fotografía por Eduardo Pedro Oliveira
Entrelaza asombros y comparte historias. Enfocada en políticas culturales y humanidades digitales. Curiosa entusiasta.