Resaca de martes

Eran las siete y cacho de la mañana. Ya me había despertado un par de veces antes y fueron unas 4 horas y media de dormir.

Fue como despertar de la peor pesadilla de mi vida; lo qué pasa es que no fue una pesadilla. Las ganas de vomitar, el dolor de cabeza, el malestar en general no se fueron. No era una pesadilla, era la realidad a la que me levanté; una realidad derivada de mis inseguridades, de las heridas que yo misma abrí.

Espero que los segundos, los minutos, las horas y los días pasen, y que las cosas sean como fueron ayer o, mejor aún y si es posible, que sean mejores.

Él es inmejorable. La gente lo llama “el amor de mi vida”, yo le digo: él es quien me hizo creer e imaginar cosas que la humanidad se ha encargado de prostituir, quien me ha hecho crecer más en un par de meses que en mis 25 (casi 26) años y quien me ha amado como nunca nadie lo ha hecho (ni lo hará, si de algo estoy segura).

Sí, tampoco me puedo creer que lo lastimé así, que así como reconstruí su vida, la quebré y derrumbé de vuelta.

Fotografía por Missy Prince