Reflexiones en lo cotidiano

Oda a ti… porque mis ojos, mi mente y mi alma te ven en tantas caras y en tantas voces, que en conjunto empezaron a sobre analizar los pequeños detalles al estar frente a ti.

Detesto tu inevitable costumbre por hacer las cosas complicadas, pero amo tu manera de retarte a ti mismo ante lo más cotidiano y lo imposible.
Detesto cuando no me atrevo a mirarte a los ojos por miedo a mi verdad aún no revelada, pero amo cuando sucede y me doy cuenta que el vivir es más sencillo de lo que parece.
Detesto tu boca, tu boca y todo lo cruel que has permitido salir de ella, pero amo tus labios desde aquella primera vez que se encontraron con los míos, mi vida nunca volvió a ser igual.
Detesto tu cara, tu cara que me hace agonizar cuando no recibo el gesto que me apetece, pero amo el trazo perfecto de mis dedos en tu rostro dibujando líneas como una marca permanente no visible de mi.
Detesto el placer por deseo, verlo como un cliché y una necesidad básica del ser humano, pero amo cuando te incito a que des más para descubrir nuevos caminos, juntos, cuando estamos dispuestos a aventurarnos fuera de la conformidad.
Detesto que, sin darte cuenta (aparentemente), con tus acciones vanas y desprevenidas que me lastiman, mates mi absurdo ideal de lo que erróneamente creo que es el amor, pero amo haberme convertido en tu figura religiosa sin necesidad de un altar.