Plata y obsidiana

Bailamos, juntamos los cuerpos y los edificios cubrían los cielos.
Caminemos y cantemos ahora que Paseo de la Reforma está muerto

Quisiera llevarte y que vieras lo que veo, pero no puedes subir a ellos. Porque mañana no estarás, regresarás a la tierra de minas de plata, donde los leones son de bronce, se montan en arcos y sirven de entrada. Así que caminemos ebrios, zigzagueemos en las calles de la Ciudad de México. Tomemos nuestras manos y corramos, y en la Diana Cazadora subamos a un auto de regreso.

La ciudad nos envuelve, los edificios cubrían los cielos. Besas mis manos, beso tu cuello
Tu cabeza en mis piernas, mi nariz roza tu cabello. Acaricio tu arete de plata y obsidiana, te abrazo y miro por la ventana las luces de los autos que pasan.

La habitación nos envuelve, los edificios ya no cubren los cielos. Toma mi mano, llévame a la cama; para besar tu vientre, para besar tus senos, para bailar y juntar nuestros cuerpos. Ya no hay edificios a los cuáles subir, pero puedes subirte en mí, y gemir, gritar o rasguñar, da igual porque mañana te irás.

Cántame ahora, no te marches sin hacerlo, y en el último tren no olvides darme un beso. Pasarán meses hasta volver a vernos; en Ecuador, León o Ciudad de México. Y te pido, porque eres lo que más quiero, no olvides aquel señor, su hambre y el oro negro.

Fotografía: Nik To