La anciana asegura que puede predecir el futuro. Ha estado rayando partes de su cuadernillo por seis años y asegura que, desde entonces, predijo la muerte de varios famosos, catástrofes de distinta índole y una que otra desgracia menor. Afirma que hace apenas una semana, mientras hacía una nueva marca en el papel, Jacinta, su compañera de juerga, cayó fulminada al suelo.
-Ni siquiera grité porque supe que no serviría de nada. La Jacinta estaba condenada a morir desde el amanecer de aquél día y yo sabía que una de las manchas en mi cuaderno llevaba su nombre-. Dice la anciana dando un largo sorbo a una botella de alcohol de caña que lleva consigo.
Le pregunto si recuerda la predicción que resguarda cada mancha en su cuaderno.
-Casi todas, pero las importantes las he marcado con un punto rojo-. Responde.
Al darle un vistazo al cuaderno más de cerca me percato de que la mayoría de los rayones están marcados con un minúsculo punto rojo. Le pregunto sobre uno específico.
-Ése fue el día de la muerte de Juan Gabriel-. Responde y luego da otro copioso trago a su botella de alcohol.
Ubico otro rayón al azar, pero esta vez del inicio del cuaderno, y le pregunto por su significado. Esta vez parece hacer un gran esfuerzo para recordar.
-Ése es del día en que comencé a beber.
Cuesta creer que unos simples rayones tengan la capacidad de hablar de las desgracias a nivel mundial; y aún más pensar que Dios pondría en manos de una anciana borracha un don tan extraordinario y único.
Estoy a punto de despedirme cuando la anciana coge una pluma y se pone a rayar el cuaderno. Al parecer justo allí, enfrente de mí, está por llevarse a cabo una nueva predicción. Cuando la anciana termina le pregunto qué es lo que anuncia aquél nuevo rayón. Ella levanta la botella de alcohol, da un trago con el que hace un buche y dice:
-Joven, hay cosas que es mejor no saber.
Quiero preguntar a qué se refiere, pero al final me conformo con su advertencia. Se despide de mí y me dice que vaya con cuidado, porque no tenemos la vida comprada.
Todo el día me he estado preguntando si, en cualquier momento, no sufriré un destino similar al de Jacinta.

Fotografía por Denis Ryabov