Malas decisiones

¿Cómo nació la idea de este libro?
Construí la primera línea narrativa y las otras que habitarían la historia al releer los diarios en los que contaba cómo me había enamorado de un chico en tiempos de COVID y la relación que posteriormente tuvimos a distancia. Además, eché un vistazo a cartas con exparejas y entrevisté a mi padre sobre su pasado amoroso. Encontrar las similitudes temáticas en ese material de archivo me ayudó a idear y cohesionar Malas decisiones.

¿Qué descubriste en el proceso de escribirlo que no imaginabas al inicio?
Me encontré con que el paradigma de amor de la protagonista, también llamada Sabina, se sostenía en las distancias. Ese hallazgo me permitió desarrollar un punto crucial en la novela: la lejanía geográfica con su padre determina la búsqueda de otras relaciones que ofrezcan lejanías simbólicas o materiales. Un lugar conocido y en apariencia seguro aunque suene contradictorio. Esa contradicción articula gran parte del libro.

¿Qué partes tuvieron que quedarse fuera para que el libro quedara como está?
En cierto punto de la historia se hace un gran resumen de un vínculo desafortunado que la protagonista sostiene con un chico que padece fuertes problemas de adicciones. Al principio había desarrollado esa línea narrativa de manera más extensa pero al final decidí excluirla porque quitaba el foco a los acontecimientos y personajes principales. Quizá es otra novela. Ya lo sabremos en unos años.

¿Qué conversaciones, lecturas, imágenes o sonidos se cruzaron en la escritura de este libro?
La escritura documental y el cine siempre han sido grandes referentes en mi trabajo. Para Malas decisiones me nutrí en gran medida de diarios o crónicas de autoras como Anaïs NinMaría Moreno y Tamara Kamenszain. En el libro hay referencias a películas en las que la protagonista se ve reflejada o cuestionada como La peor persona del mundo de Joachim Trier, o El espejo de Tarkovski.

¿Hay una emoción o pregunta que lo atraviese de principio a fin?
Totalmente. ¿Qué se transforma en nosotras después de las despedidas y renuncias? ¿Cómo nos enamoramos y amamos a alguien más luego de haber transitado procesos de ruptura significativos? Esas interrogantes, me parece, atraviesan mis dos libros anteriores.

¿Hubo un momento en el que sentiste que el libro cambió de rumbo?
Cuando revisé las entrevistas que había hecho a mi padre me interesó que la novela habitara distintas épocas y geografías. Decidí escribir desde una primera persona que, a la vez, por medio de distintos registros (cartas, audios de WhatsApp, notas, etc.) abrevara de otras vidas imprescindibles para construir su identidad. Quise hacer algo parecido a una narración autobiográfica que se bifurcaba en la genealogía amorosa del padre y de otras parejas.

¿Cómo cambió tu manera de leer o de mirar después de terminarlo?
Llegué a la conclusión de que cada libro es una tumba. Morimos un poco en ellos. Una se despide de lo que fue. Los proyectos de escritura tienen sus ritos de paso.

¿Qué autorxs te inspiran últimamente y qué encuentras en su forma de escribir?
En los últimos meses he releído varios libros de poesía de Cristina Peri Rossi y Marosa di Giorgio. Su lectura me ha permitido explorar el tema de las manifestaciones de la embriaguez. Por otra parte, he vuelto a poemas de Sharon Olds, Anne Carson y Louise Glück, me maravillan las formas en que cada una elabora una poética -literal o en sentido figurado- del descenso al infierno o al los sitios oscuros alojados en nuestro interior.

¿Cuál es tu restaurante favorito y qué nos recomiendas pedir?
No tengo restaurante favorito, pero he ido seguido a un lugar venezolano que se llama Arepas Mi Reyna. La sifrina es buenísima, aunque debes ir con mucha hambre para acabártela.