Me perdiste… me duelen los huesos al decirle eso al aire: al escribírtelo;
nos perdimos.
Quizás mucho tiempo estuve queriendo a quien no eras, quizás me distraje entre tantas noches y tantos silencios: no hablabas para permitirme llenar tus espacios con lo que yo necesitaba.
Silencio.
A penas y un gemido.
Pensé que era nuestra forma única de comunicarnos, pensé que ahí te entendía como nadie más; que me querías desde lo más profundo de tu mar.
Quizás, mucho tiempo fue el que preferiste no ir a ningún lado, simplemente dejarme ser, dejarme dar todo por ti.
Me gustaría poder decirte que no tengo nada más que dar. Mentira. Tengo ya elegido el próximo regalo perfecto para tu cumpleaños.
Porque me es intrínseco pensarte…
Te respiro en ausencias y te despido a trotes.
Me perdiste.
Me hierven los huesos al saber que sí: mi respeto se quedó con las palabras que no me has dicho. Y creo, nunca me dirás.
Me derrumban las lágrimas de saber que no te quiero seguir queriendo.
Volé hacia las aguas color turquesa, esperando que la playa nos hiciera ser quienes debemos ser.
Y aquí está mi error: no quieres estar conmigo.
Preferiste callar para que fuera yo quien te cubriera del sol que te aturde, me dejaste caminar a tu lado si es que caías; fui la primera persona en levantarte tantas veces…las que me dejaste. Y confundí tu miedo a estar solo con mis ganas de darte todo.
Me perdiste; nos perdimos.
Quizás eres el cuento que mejor he escrito… te regalo el final: yo ya no puedo dar más palabras a lo que no eres.
Te rompiste, quisiera nombrar culpables. Señalarte o señalarme.
Nos ganó la vida: me perdiste.
Hice todo para no dejarte ir, lo sabes. Nos consta.
Simplemente no puedo más, te encargaste de desgastarme toda: ese coche rojo en tu repisa ya no va a jugar contigo.
Quizás me comí el helado a bocanadas, quizás lo que mejor me vas a enseñar es a dejar ir…
Porque no te quiero cerca, me corroes.
Quiero tu perdón, y me agarro de tu mentira porque sé que esa sí merece perdón; y en ese momento, que quizás nunca llegue, yo te voy a perdonar por no haberme querido con el corazón entero; ahí me rompiste.
Te di todo lo que mis manos pueden cargar; te di lo que no entiendo, me desnudé tantas veces ante ti. Te dejé leer cada palabra escrita, te dibujé y corrí por ti.
Bien, me perdiste.
No te quiero cerca: me enerva tu falta de cariño, quiero pensar que a la vida y no particularmente hacia mí.
Te di todo: me perdiste.
Y quizás por eso te amé tanto: dejé de conocerte y me concentré en escribirte.
Cuando pensé que me enfrentaba cara a cara contigo, me enteré que no estabas, y ahí, ahí: me perdiste.
Cuando te quise buscar nunca te dejaste ver, no vas a estar, no estás ni para tus propios actos.
Bien, ahógate en llantos superficiales.
Bien, ignórate, no nombres las cosas: el miedo te abruma y se te van a escapar las sonrisas que no quieres compartir.
Me perdiste.
Te puse colores en la cara, te plasmé en mi papel, te invité a mi pasado.
Fui aquél río por el que te dejaste llevar. Y ahí me quedé; quise navegar juntos y no te encontré.
No sé cuándo te fuiste.
Quizás nunca volviste, te quise conocer, te di todos los lugares que me pediste en mi vida.
Yo no tuve ni la mitad en la tuya; fui tu corriente y yo buscando constelaciones en tu espalda.
¿La abrazaste a ella en la noche?
¿A ellas?
¿Le juntaste las piernas como a mí?
¿Te lo enseñó ella?
Te perdí: me perdiste… nos perdimos.
Fotografía: Catherine Lemblé