Coloque guantes de seda en mis manos para cuidar mi jardín nocturno, donde cultivo sueños frustrados, esperanzas perdidas, ilusiones a medio usar con anhelos de venganza.
Todo esto se alimenta con los restos de mi enemigo, que alguna vez tuvo rostro y nombre. No conservo ningún tipo de remordimiento por su exterminio porque mis sentidos, mis emociones ya no residen en mi.
Mantengo sus restos escondidos que hacen enbellecer mis suculentas. ¡dicen que la muerte atrae vida, así que porqué no! Mi repudio fue atroz que no tuve compasión en su aniquilación.
Soy como el rubí, valorado por mis actos altruistas al depurar escorias o mortales innecesarios.
¡Me enorgullece mi color de piel, verde oscuro brillante! con el cual puedo cegar a cualquier ser banal que osé sentir superioridad.
Una criatura inhabitual que prefiere las plantas sobre las personas, que aún le pide deseos a la luna, que entrega mucho y que le encanta pasar las tardes de domingo horneando bizcochos, ese soy yo.