La inverosímil declaración

Culpa, temor y confusión, fueron las palabras precisas y justas para castigar a los desenfrenos y excesos. Con fecha de caducidad, fuimos empaquetados y congelados por la opinión social y las leyes de la cordura; Bajo un mensaje que exige y acusa la petición sentimental; La del hombre. Fuimos cómplices de situaciones equivocadas, pecaminosas.

“No mataras; No harás daño o mal alguno a tu prójimo en su cuerpo y vida, sino que le ayudarás y harás prosperar en todas las necesidades de su vida.”

Caí en este asesinato.

Y sentada en esta silla fría, en un llamado ministerio, hablar con la verdad se hacía una necesidad al dar mi declaración; Sin embargo fui acallada por la consumación de mis deseos.

Encarcelada por los mismos.

“Cuando llegue a casa, el cuerpo de mi marido se encontraba bajo la mesa, y no me dí cuenta hasta que salí de bañar y vi toda esa sangre sobre el pasillo que lleva al comedor…intenté reanimarlo”

Soy la presunta asesina.

No recuerdo haberlo matado, solo haberlo encontrado sin vida, ya no podía hacer nada, solo yo era inmortal.

Había olvidado que tú eras mortal.

Fotografía por Denis Ryabov