Hay días en que soy capaz de soportar mis niveles de ansiedad y no hacer -tantas- cosas estúpidas. A veces ya no quiero decirte nada porque tus respuestas me dejan o me hacen sentir como si a ti no te importara, aunque me digas “no creas eso”, la verdad es que si, sí creo eso. Pienso en ti con regularidad, me acuerdo de tu voz y tus besitos y me siento feliz, pero después veo la realidad y ya no estás y ya no estoy y ya no estamos.
Robert Smith se limpió el maquillaje, Mia Wallace revivió.
Detuviste mi rutina y me gustaste en muchos sentidos. Llenabas mis días de música y amor.
No sé qué se rompió, si se te fue el amor de un día a otro, o si nunca hubo nada y yo creía que si. Lamentablemente nunca hablamos de esto, lo dábamos por hecho o no queríamos saber. Aterra.
Sé también que mis decisiones a veces no eran las mejores por no contestar tus llamadas. Estaba confundida. Aún lo estoy. Y no es excusa, simplemente ya sabes, soy un poco caprichosa y berrinchuda.
Coincidimos en el momento justo, pero quizá estamos en etapas distintas.
No sé qué pedo, las últimas notas de voz que me enviaste casi me hacen llorar porque no decías nada. Ahorita quiero llorar. Es raro, me estás doliendo y ni si quiera sé si deberías dolerme.
Sé también que nuestras vidas no han coincidido al cien, que tenemos cosas que hacer y no tenemos tiempo que dedicar. Lo entiendo.
Sólo quería decirte que en verdad me gustabas. Me acelerabas el corazón.
Fotografía: Bernardo Aldana