Abro los ojos, lento. No hay nada, no hay sentido del espacio ni del tiempo, estoy sentada en una silla con bordes fríos.
Qué es esta textura tan suave, parece algodón, las yemas de mis dedos se hunden, parecen nubes.
Pasan seis minutos, parecen una eternidad, obvio yo no lo sé porque no hay sentido del tiempo.
Hay voces de narradores en mi cabeza, suenan por todas partes hablando lenguas muertas.
Lo siento pero no lo entiendo, me quiero esfumar, ellos quieren ver mi cerebro en una botella.
Eso de desprenderse de la silla es una odisea conceptual, las paredes se llenan de agujeros de luz.
Atraviesan la habitación y la fragmentan a un ritmo muy poético, parece que penetraran por mis venas esos hilos de luz.
Esta falsa ilusión de estar, hace que mi cuerpo duela, me arde la piel y luego las ideas, se siente en las pestañas.
Algo emana de mis lagrimales, yo pienso que es pintura, el silencio me aturde, no siento las piernas.
Cómo se flota cuando te carcome la decadencia y lo único que estás buscando es cómo levantarte de esa silla.
Heme aquí flotando, le digo a mi existencia.
Fotografía por DIADA
A veces me llamo Justine / Chaos makes the muse.