Hay particularidades muy especificas que solo podría atribuirle a un hospital.
El aire prolijo y que de tan limpio, crea un silencio sofocante que impregna todo tu ser. Un aire que mezclado con el aire del clima, crean el silbido más sutil y tenebroso para todo ser. Sonidos y pitidos ensordecedores, de máquinas que para un niño parecen salidas del espacio – y que más que fascinantes, aterran a los grandes -.
Quisiera poder decir que estos son detalles que yo no conocí hasta muy tarde en mi vida. Quisiera poder decir que algunos no los conozco aún. Sin embargo mentiría.
A mis dos años esas máquinas aterradoras tomaron posesion de mi cuerpo para permitirle quedarse aquí más tiempo. Y a mis 7 años, ese silencio sofocante me abrumó de tal manera, que mi madre – que era quien en ese momento dependía de esos pitidos sórdidos – tuvo que aún así reconfortarme de alguna manera.
Por cosas de la vida, aprendí a recordar y reconocer esos detalles, esas particularidades que muchos no quisieramos entender. A tal punto que a mis 21 años, con una sola llamada y sin necesidad de una sola palabra, pude adivinar que mi madre estaba de vuelta en ese mismo silencio que tanto marcó mi niñez.
Y como si me hubieran arrastrado a una máquina del tiempo, volví a tener 7 años, solo que esta vez, un océano entero me separaba de ella.
Fotografía por Esben Bog-Jensen
Soy fotógrafa y psicóloga, lo cual crea un enfoque ligado a la psicología en mi trabajo fotográfico. Retratos íntimos y editoriales con temas de salud mental. De igual modo escribo poesía que complemente con mi fotografía.