No sé qué desayunaste. Tampoco sé si dormiste bien, si ya escuchaste la última canción que te mandé o cuándo compraste ese sweater verde que te vi la semana pasada. No sé cómo sigue tu perro, ¿se recuperó de la infección? o ¿sigue en tratamiento? Realmente no lo sé.
¿Habrás vuelto al gimnasio? Lo dudo, pero imagino tendrás unos muy elaborados pretextos que me gustaría saber. ¿Terminaste de pintar tu cocina? Espero sea así, la última vez dejamos las brochas secarse por hacer el amor, seguro compraste nuevas. ¿Te dieron el ascenso? Mi mente espera que sí, la parte dolida de mi corazón espera que te corran. ¿Me extrañas, aunque sea un poco? La verdad, lo dudo.
Yo me compré libros nuevos, pinturas y acuarelas que me hubieras criticado por no usar y una bocina que prende al ritmo de la música, te hubiera gustado mucho. Bajé seis kilos que tal vez representen la parte de mí que se fue contigo y he visitado tres terapeutas y dos iglesias en el intento de no estar triste y olvidarte. Desayuné un café y una toronja y aún guardo la última cajetilla de cigarros que fumamos juntos, pero estoy bien, gracias por no preguntar.
Fotografía: Lukasz Wierzbowski