Entre ella, un girasol y un sueño

Quizá pude dártelo como presente; quizá pude ver tu expresión al darte ésta flor, pero ahora no creo darte más que éste escrito que llegó a ser una carta pero nunca te la di. La carta decía así…

El presente es una de las flores más bellas que pude haber visto, y es que, créeme, que muchas flores poseen belleza, sin embargo, te contaré un poco de lo especial de ésta flor para mí. El girasol, su color, su vistoso color amarillo; perdiéndose un poco en la luz llega a veces a verse color de naranja. Colores fuertes, llamativos, que hacen saltar a la vista en cualquier lugar. Se hacen notar por sí mismos, y es que, en el acompañamiento que brinda el color verde, la flor juega un papel importante en el matiz de los colores que asaltan a la vista. En el centro de los rayos iluminadores que lleva por pétalos se encuentra un negro profundo, tan misterioso pero tan sorprendente a la vez. Como un gran hoyo negro. Como aquel lugar en que te pierdes, como aquel sitio que aunque desconocido se te hace más cerca de ti a cada momento.

A pesar de que, quizá, hayan centenares de girasoles en un campo yo sólo elegí uno al que decidí ver. Ese girasol eres tú.

Aún recuerdo cuando por vez primera te vi. Estabas en aquel salón junto al mío. Nos juntaron por alguna razón; no en el primer instante te hablé, es cierto, me sentí tan desorientado y tan engalanado a la vez por verte, y es que al fin noté algo distinto en aquel salón que no era tan distinto del mío. Claramente se podía ver que en mi salón había más luz que en el tuyo. El tuyo, a falta de un par de ventanas, se notaba un poco oscuro, y ahí es donde entras tú, igual que el color vistoso del girasol llama a la vista para contemplarlo. Tú eras esa vistosidad de colores cromáticos que llaman la atención, más bien, a mi atención. Entonces creí comprender un poco mejor lo que estaba viendo.

Te hablé por una trivialidad, es cierto, pero lo hice. Volteaste, me viste, no me separé de tus ojos, ni el más mínimo segundo pretendía dejarlo sin seguirte viendo. De ahí comenzó lo que aún hoy siento. Callado, claro, como mi persona, pero aún así con un sentimiento.

He leído que el girasol juega como metáfora del sol, de aquel gran astro que tenemos la dicha de disfrutar; que el sol, aunque pequeño para el infinito universo, es, para nosotros, lo más grande. Tanta vastedad nos ilumina, sus rayos abren camino a los humanos, senderos por donde caminar y muchos otros lugares que con la oscuridad no podrían ser vistos. Parecería que en el girasol encontramos una iluminación.

Te confesaré algo: soñé contigo. Disculpa si te sobresaltas, pero lo hice. Me sentí y te sentí en cuerpo vivo. Como si fuera tan palpable como la vida que tú y yo estamos viviendo. Quisiera recordar los detalles mínimos de aquel pasaje onírico pero no puedo hacerlo, no los recuerdo. Lo que sí recuerdo es que me encontraba feliz tomándote de la mano, te decía un par de cosas y disfrutaba enormemente de tu compañía, casi como si fuéramos algo más. ¿Porque hace rato hablé del sol y el girasol? De ahí sale mi analogía del sol con la metáfora del girasol y tú. El sol que me iluminaba, y me sigue iluminando, eras tú. Con tu ser; de ti y de mí me acuerdo más claramente de ti. Claridad, iluminación, visibilidad. Las cosas que se me dieron fueron motivadas por tu ser como nunca antes. Y es que el sueño de ti es uno de los que más siento ahora, durante la vigilia. Edgar Allan Poe dijo que los que sueñan durante el día son conscientes de muchas más cosas que escapan a los que sólo sueñan durante la noche. Ese sueño que tuve sigue estando en estos días, sigue presente; aún con más fuerza en ésta carta.

Conoces mi gran admiración por el filósofo griego Platón. En su pensamiento, el sol juega un importante papel. Así como el sol ilumina las cosas para que los ojos del hombre pueda verlas, así la idea del Bien, la reinante en aquel mundo de las Ideas, ilumina las cosas para que puedan ser vistas por el alma. El girasol, así como nos recuerda, la brillantez del sol, así tú ejerciste la iluminación de mi hermoso sueño. Como el sol, como una tenue luz en las praderas del universo, como una estrella resplandeciente en el infinito cosmos, así encuentro la luz en ti, quizá en tu piel, quizá en tus acciones, quizá en todo de ti.

Hace rato te hablé del negro en el centro del girasol. Se me antoja similar al negro de tus ojos. Similar en el color, contrastante como el amarillo que lleva al lado. Tus ojos parecen dos girasoles juntos; tan negras tus pupilas, tan satinada tu piel. Éste negro es el color del enigma, del misterio de tus ojos, qué dichosos los párpados que los aguardan, que no sólo son eso sino son más, son más que todas las palabras de los libros. Poesía… eres tú, dice Becquer, yo lo cito para decirte que poesía eres tú.

¿Qué lugar es mejor para mí, sino es a tu lado, codo a codo y mejilla a mejilla? Podré dar un millón de cosas de no ser por estar enamorado de ti. Te confesaré otra cosa: no fue ahora que me enamoré, nació cuando crucé mis ojos con los tuyos, sólo que por cosas tontas dejé el sentimiento en el fondo de mi alma… Platón habla de la mera imposibilidad de poner por escrito lo que realmente se quiere decir y nunca lo había entendido hasta hoy, querer decir todo lo que siento me es imposible, me falta una eternidad de palabras para describir mi sentimiento por ti…

Ya no sé qué más decirte, sólo que jamás llegues a saber que he escrito esto para ti, lo quería poner en otro lugar que no sea la carta que está a lado de mi escritorio, quizá quiero que esté en tu cama… o en la basura, a éstas altura me da igual.

Fotografía: Cristina Rizzi Guelfi