El tiempo me pide a gritos que me detenga, que pare.
No te claves viendo manos en movimiento
y no cuentes los tics ni los tacs,
ya no queda nada sustancial
en los abuelos ni en los bolsillos ni en
los relojes de todo el mundo, por que esas chingaderas
no tienen nada, absolutamente nada.
El tiempo sabe que es de mentiritas y que
ninguno de nosotros cumplirá con sus plazos hasta
el momento cuando expiren nuestros boletos y
los engranajes dejen de girar y creo que el tiempo
se pregunta qué hacer con un ser como yo.
Un ser que cuenta todos sus momentos, manteniéndolo
para estar al día en un día y edad donde
todo significa nada, pero hacemos enfásis
en el vacío, en el silencio, en el espacio
donde alguna vez hubo un cuerpo, o belleza o
una niña que sabía lo que estaba haciendo
con todas estas pinches palabras en su boca que
siempre salen disparadas, más rapidas que los segundos.
El tiempo me sigue pidiendo a gritos que pause,
no me puede seguir el paso con el diálogo humano,
pero le estoy partiendo la madre
rápido, muy rápido. Entonces,
¿es la velocidad en este discurso, en este poema
que nadie sabe como leerá el lector
si no hay tiempo? Para.
Fotografía: Michelle Owen
Al diablo con ser una dama.