Claro, claro que hay incertidumbres que inundan cada rincón de mi cráneo, me exprimen, me atormentan, me infligen principios de suicidas cobardes. Solo había penumbras en mis siete días de la semana, que para ese momento ya pareciera que mi semana duraba 10 días, y cada día tenía 33 horas. No había salvación alguna, naufragaba en el espacio-tiempo como un sonámbulo en un camposanto. Pero fue en ese instante, en ese preciso momento que como una quimera llegaste a seducir mi sonambulismo, llegaste a acortar los días y las semanas. ¿Causalidad o destino? Es algo que no quiero responder, más bien disfrutar. Tus bellos ojos van iluminando todo aquello que en algún momento era completamente insípido, tus pensamientos van fluyendo entre las yemas de mis dedos escapando a cada instante, enloqueciendo cada uno de mis poros.
Bruja mística, maga afrodisiaca. Te puedo llamar de mil maneras diferentes pero tu cara siempre será la misma, aun no te toco y cada noche con tu tacto suavizas de esperanza mis sabanas, aun no te beso y ya tu saliva es el dulce néctar que da fruto a cada palabra efímera que brota de mí, aun no te aspiro, y con cada suspiro siento que le doy vida a millones de sentimientos inefables para cualquier mortal.
Eres un alma curandera que no sabe que existe, escitas a mis ideas, asesina de mis dudas, partera de sentimientos. Me recuerdas a la Maga de Cortázar o a Gala de Dalí, una musa de un minúsculo mortal en un mundo de neandertaes grises que como último deseo en su epitafio quisiera que le grabaran esta última frase: “Querida, reviviste a un poeta con tu milagro de existir”.
Fotografía por Tatjana Šuški? Ninkovi?
Perpetuo, inefable y efímero individuo. Lo se, siempre contradigo mis aspectos, pero me gusta ser así.