El espectro de los surrealistas

No creamos sino fantasmas
en nuestro delirio atemporal
entre calles,
copas,
besos,
notas musicales escupitajos a espejos.

La idea,
la premisa,
el ímpetu ensueño la eternidad en la punta de un pincel.
El color de la tinta es el color de la noche,
color del poema
color de corchea,
antigua fotografía blanca, paz fingida; y
negro, carbón, hollín.

Entrópico
visión del soñado.
Se nos desborda la vida en nuestra obra.
Se nos otorga la muerte en nuestra obra.
Y somos. Y seremos.

Allá, dónde el tiempo y la memoria sean percibidos
arrancados hacia nuestra obra
con todo y sangre;
con todo y nada;
con matiz y tono,
sin ser color,
sin ser escala;
sin ser palabra;
sin ser ángulo, ni sombra ni luz.
Danza inmóvil madrugada atascada en la voz sobrenatural del enfermo mental.

Desprendimiento del entendimiento,
para nacer,
al final,
en final.

Fotografía: Clothilde Pasquier