El café ahora se bebe tibio
La mujer a mi costado cuestionaba sobre la posible infidelidad de su marido. Procuraba ser discreta en sus reclamos para no incomodar a nadie dentro de la cafetería, era evidente la historia que en ese momento se desenvolvía a través de ese celular. Sin embargo los otros comensales parecían notar claramente la historia no sin ello desatender al pequeño en brazos que cargaba el hombre de sudadera mientras hacía muecas de como su marido no soltaba el periódico a pesar del llanto de ese pequeño.
La incesante búsqueda del biberón en la pañalera colgada del respaldo de aquella silla, distraía de vez en vez a las amigas que entre risas y revisiones de su celular interrumpen su conversación y la crítica sobre los compañeros del instituto, dejando en evidencia las miradas cruzadas imposibles de descifrar si existía un profundo amor o un profundo odio entre ellas.
El joven perfectamente bien vestido parece ser el único incomodo mientras pide su descafeinado con leche light mientras ve de arriba a abajo a la mujer que ahora parece estar a punto del llanto, reconociendo una equivocación suya, una desatención de la cual se hace responsable por no haber amado lo suficiente, parece que la tal Beatriz ahora se vuelve mucho más dantesca, la vil pureza.
La topografía moral escenificada en el café, me hace preguntarme si el café se pide para beber o solo para dejar enfriar, el desagrado por su calor o por su frialdad, su amargura o su falta de dulzura. Es la tercera vez que quemo mis labios con el café y no pretendo dejarlo enfriar, de lo contrario, haberlo pedido frío. Ocupados se encuentran todos los comensales, seguro estoy que todos ellos han dejado enfriar su café, si aún no está frío, seguro lo beberán tibio.
Fotografía por Lars Wastfelt
Psicoanalista y filósofo. Escritor de teorías pesadas y rimbombantes, literato de subjetividades, respetuoso de lo humano ergo entusiasta pesimista. Atinado en lo impensable y excéntrico como ser viviente.
Se faire violence.