Suena Alex Anwanter de fondo, a lo lejos un letrero que dice “jamón jamón”, en mi cabeza Javier Bardem en calzones blancos y Penélope Cruz haciendo magia en la parte trasera de un auto. Me acuerdo de ti, sé que no lo haré después de seis cervezas o de seis años. El grupo de modernillos baila “cordillera”; en la mesa hay tres mezcales de cítricos y un ácido cortado cuidadosamente con un cuchillo de plástico. Hago a un lado mi cabello mientras me como una rebanada de naranja, las gotitas caen tímidamente por mi escote, otras más aterrizan cuidadosamente en la comisura de mis labios.
Caminamos por las calles húmedas, llenas de piedras, un calor extraño recorre mi cuello como si una mano tibia jugueteara entre mi cabello y mi yugular. El bajío empieza a estar caliente, es el mezcal, somos nosotros. Paramos en el Famoso Bar Incendio, ha pasado una hora desde que nos comimos el ácido, me subo le escote y cruzo la pierna, estamos particularmente felices, quizá igual de calientes que unos morritos de secundaria. Platicamos de Santi Balmes, de su carrera como escritor, de su genio, de incendios de nieve; tres mezcales después hablamos de Cerati y Chabela Vargas; recuerdo su casa en Tepoztlán y su xoloitzcuintle. A la distancia siento la mirada de alguien, me hago a un lado el cabello, esta vez no lo esquivo, junto a nosotros hay una mesa de españoles, el calor del FBI me hizo voltear hacia uno de ellos , en cinco segundos me invento un affaire, una relación en donde todo es más sexo que amor, pero al final de la historia alguien de los dos se enamora y entonces el affaire se convierte en tragedia.
Tenemos las pupilas dilatadas, una bebida de colores me hizo bailar Safari, igual que en el video, pero con un poco menos de presupuesto y cadera. A él le bailo y alguien más le digo al oído que me gusta, su entrepierna cerca de mis piernas anuncian lo que más tarde sería el punto álgido de la noche. Entre sombras caminamos por la ciudad, la mitad de la gente ya no está, me río de algo, pero no me acuerdo si fue mi escena de celos o la peda que traigo encima. Lo único que sé hasta ahora es que nos subimos a un Uber, que probablemente pedí algo para bailar y que en medio de la noche hice el intento por quitarme el vestido para al menos dormir en calzones. La habitación se convierte en un plano infinito, a lo lejos las montañas hacen eco, el río habla y la noche murmura nombres desconocidos. Estamos acostados viendo un universo desconocido, mi espalda desnuda se ilumina cuando la llama de un cigarro se enciende; si hubiera una postal para congelar este momento sería la de nosotros cogiendo mientras alguien me pone el porro en los labios para que fume. Estamos haciendo trazos finos con lápiz de carbón, siento los dedos por mis piernas y por el filo de mi cintura, otros brazos firmes toman mi cuello, mientras, unos besos intermitentes sacuden mi cuello. El gemido se rompe cuando empieza a sonar Love Of Lesbian ¿habrá otra cosa más sexy que fumar marihuana mientras tienes un orgasmo?
Puedo ver las estrellas, el viento entra por la ventana y levanta ligeramente mi cabello. Tengo mis piernas encima de ti, alguien más me hace morder una manzana, cruje en mi boca, “esto es poesía” dice y el universo se expande en mil colores.
Fotografía: John Kilar | Instagram