Dualidad

EL.

Que estremecedor me ha resultado verte detrás de mi pantalla, pero mi antipática idea de que jamás llegarías a fijarte en alguien como yo me hace dudar de teclear alguna palabra tonta para romper el hielo, por desgracia tengo la corazonada que ese hielo es tan grueso como el que Alighieri describe rodea el último piso de su infierno.

Que bochornosos son los momentos en que me toca pasar frente a tu lugar de trabajo, aunque intento actuar de manera natural, siento como el espacio-tiempo forma una curvatura en cuando apareces tu que se hacen eternos esos pasos que trato de dar con tranquilidad y disimulo, un par de veces volteas a verme de reojo sin prestarle importancia a mi insípida aura que como si fuera metal se quieres impregnar a tu imantada alma.

Que taciturno me vuelvo cuando intento agarrar el valor de buscar un pretexto para poder intercambiar un par de palabras, tal vez así puedas saber un poco de mi existencia, tal vez así puedas cambiarle la vida a este iluso soñador que por sus malditos problemas de inseguridad se sienta poca cosa para poder conquistar a tal primorosa fémina, sufrí mi derrota, otro día más sin poder escuchar tu voz hablándole a mis oídos.

ELLA.

Ahí está el detrás de esa pantalla, haciendo su labor, sin prestarle atención a nada ni a nadie, ensimismado en sus pensamientos, pensando tal vez en sus conquistas, pensando tal vez en una hermosa mujer, yo no creo tener la oportunidad de adueñarme de tan cálido corazón de aquel varón que con su tierna sonrisa seria capas de disolver cualquier frívolo tempano que rodee mi corazón.

Paso de nuevo por donde me encuentro yo, no se inmuta de mi presencia, no soy capaz de voltear a verlo, pero su aroma es tan hipnotizaste que mi alma inocua se agrita y cada partícula que sale de ella se va danzando detrás de su tan brillante cabellera masculina, que ilusos son mis pensamientos pecaminosos al imaginar mi encuentro con él, entregándole mi castidad a un individuo que ha sido labrado por los mismísimos ángeles.

Me destroza saber que no puedo agarrar el valor de sonreírle alguna vez para que él sepa de mi existencia, para que él pueda intercambiar conmigo un par de palabras, tal vez un café o hasta la propia vida si el mundo conspirara conmigo. Pero me tengo que quedar con la idealización de que el solo en mis sueños me perteneces, que yo solo en mis sueños le pertenezco, y que particularmente somos como esas tristes asíntotas que se van acercando pero jamás se pueden tocar.

Fotografía por Sakis Dazanis