La noche cubre la ciudad, mientras me resguardo en mi cafetería habitual llamada 1968 por aparentemente ninguna razón en especial. Muerdo el sándwich de rábanos que me han ofrecido como “platillo del día” y me arrepiento de inmediato. Bebo mi café intentando borrar su sabor y de paso la frustración acumulada por mi libreta en blanco y un completo bloqueo. –Empieza con “Un dron nos espió por la ventana”– propone una voz sobresaltándome. Alzo la mirada y me encuentro con Charlie Kaufman frente a mí que al instante desaparece como un delirio. Miro mi sándwich a medio comer desconfiadamente y haciéndolo a un lado, finalmente escribo con la frase introductoria cortesía de Charlie Kaufman.