1968

Charlie Kaufman se repitió cien veces el mismo poema insulso que había escrito para la última edición de su revista “un dron nos espió por la ventana“, incluso había intentado eliminarlo de su mente noventa y n u e v e veces antes sin éxito. Resultaba estar ahí siempre, como el horrible olor a rábanos que le recordaba el sabor de muerte, o peor aún, de vida atrapada en olvidos. Y en poemas insulsos.

Ocho fotogramas para agonizar,
seis -o más- para el rigor mortis,
nueve en despedirse.
Uno y olvidar:
sin logro.

Fotografía por cem celik