Ya pasaron 4 inviernos y sigo sin domar los veintidós mares que hay dentro de mis genitales. Tampoco me has olvidado. Pero eso no sirve de nada. Jamás vamos a volver a intentarlo. Perdón porque nunca supe quererte a tiempo. Ni de la manera en la que ahora estaría dispuesta. Jamás pensé que me arrepentiría. Siempre pensé que habría cien que me quisieran como tu me querías. Me confíe. Ya ni llorar es bueno. Te celo en mi cabeza. Me vale verga que se lea medio enfermo. Cómo si querer a destiempo no fuera ya un tormento. A veces me pregunto ¿Querrá más a su nueva novia?. A veces ni me contesto porque me avergüenza la pregunta. Luego soy una estúpida y no sé ni qué pienso, ni qué siento, ni qué pretendo. Porque no te quiero aquí, eso es cierto. Me pregunto por ti y nos imagino en situaciones incómodas y en otras muy tres equis para este horario que parece girar alrededor de Mercurio retrógrado. Pero no nos veo ni siendo novios ni diciéndonos “te quiero”. Nos veo sin ropa y con el drama que nos caracterizó desde cero, pero no nos veo en promesas ni en veranos completos. Terminaremos valiendo verga. Seguro te arruinaré la vida dos veces seguidas. Me gustaría que vinieras una vez más. Me gustaría que me cogieras una vez más. Me gustaría saber quererte sin culpa, sin miedos, pero no me gustas en el presente. Me sabes a capricho. Y me caga lo insípido. Tal vez solo necesitaba escribirlo. Escupirlo.
Fotografía por Martin Canova