Veo las únicas luces cálidas que ligeramente iluminan y escribo desde un lugar temporalmente desconocido por mí y por los que siguen mis pasos. Veo las luces y no sé en qué parte de los ciclos que la vida ofrece es en el que me encuentro, vuelvo a ver las luces pero no sé qué es lo que pasa en mi mente, latiendo las ideas, fluyendo en mí y evaporándose.
Veo las luces otra vez mientras escucho la canción misericordiosa de Gavin Friday que me enloqueció 5 años atrás y que aunque en la escena había fuegos artificiales los mismos sentía en mi pecho explotando gloriosamente pensando en ti, como lo he venido haciendo cada vez que algún suceso de aquella época yo recuerdo. Veo de nuevo las luces y cualquier cosa que ejecuto me remite, me eleva, me ilusiona, me tira, me duele, me alejo, me bloqueo, lo bloqueo, lo encapsulo en mi pecho, lo encadeno a mis recuerdos, me arrepiento y me aborrezco por el hecho.
Veo las luces por última vez y alguna especie de intensidad agonizante llega a mí pensando en la miseria de la vida al decidir recordar sensaciones íntimas del pasado, misma que se convierte en admiración y agradecimiento astral hacia la mínima capacidad que el ser humano tiene por conectarse tanto al pasado. Apago las luces y bajo.
Fotografía por André van Tonder
Soy una persona a merced del tiempo y las circunstancias, abierta a cualquier nueva experiencia y con un gran interés en dejar que todo fluya; mirando constantemente al pasado para aprender.