No es nada raro que las personas tuerzan la boca y suelten un suspirito cuando les digo cuánto tiempo llevo con mi novio. Las reacciones suelen ser de sorpresa y pesadez, como si una tonelada de hierro les cayera en ese momento sobre los hombros. De pronto se imaginan lo que ellos sentirían en nuestro lugar, o ni siquiera pueden concebir estando tanto tiempo con la misma persona. Muchos nos dicen que somos valientes, que para cuándo la boda, que si ya se va a ‘formalizar’ este compromiso, que por qué mi novio le ‘saca’ tanto a darme el anillo (como si yo lo esperara con ansias y me resignara a vivir sin esa pieza fundamental de joyería y “muestra de lealtad”). Lo más curioso es lo que he notado sobre mucha gente que me da su parecer en los temas del amor y el matrimonio, muchas veces sin siquiera habérselos pedido. La mayoría de las personas, sobre todo las que no nos conocen bien, pugnan por pintar las relaciones como lo más tormentoso del mundo, ¿por qué tienen esa necesidad? Ojo, no soy ninguna optimista, quien me conoce sabe que tengo más tendencias pesimistas que cualquier otra persona. Mis inseguridades y miedos se hacen presentes en todo lo que vivo, todo el tiempo, así que no es mayor sorpresa que también haya sentido las inclemencias del amor. Sin embargo, considero que hay ciertos hoyos en los que la gente cae y por eso se ven en la penosa necesidad de declarar que el amor es, llana y puramente, una porquería. Yo, por mi parte, no pretendo dar una lección magistral sobre lo que es o no el amor. Ya muchos filósofos, pensadores, poetas y científicos han tratado de dar en el clavo, enriqueciendo nuestras vidas con sus puntos de vista y posturas sobre este sentimiento (o reacción bioquímica) que prácticamente rige nuestras vidas. Tampoco tengo la respuesta, sólo sé lo que ocho años con el chico de mi vida me han enseñado, pero estoy plenamente consciente de que no es para nada la Verdad. Creo que todos hemos experimentado el amor de una u otra forma y creo también que todas sus manifestaciones y presentaciones son válidas para definirlo. Pero también creo que como cada quien lo entiende depende de los resultados que va a obtener a la hora de aventurarse a compartir su vida, su tiempo, sus sueños, aspiraciones, debilidades y miedos con alguien. Ponerse en esa situación de vulnerabilidad viene con costos, sí, pero tal vez podemos mediar el resultado cambiando nuestra percepción del amor. No lo sé, francamente. No he tenido un buen ejemplo de lo que es, mis padres apenas y se toleran entre ellos por lo que no es de extrañarse que mi idea del amor esté un poco alejada del romanticismo. Sin embargo, todo cambió con Luis, la vida tiene maneras graciosas de darte lo que necesitas cuando ni siquiera sabes que lo requieres.
Y luego veo el estandarte con el que marchan y pienso: con razón les caga el amor, pidiendo permisos para salir, diciendo mentiras para que no se enojen con ustedes. Aprisionando, estafando, “esto no es lo que me vendiste en un principio”. Con mucha razón les caga el amor, con razón les caga comenzar a sentir algo por una persona, porque los corazones rotos son reales, no son ningún mito, pero mitigar el dolor odiando al amor por malas concepciones es exagerado, hasta para el más romántico de los románticos. ¿Por qué son así? Tienen esa particularidad de sentir que son encadenados, de pensar que pierden libertad, cuando en realidad se gana un mundo de ella cuando amas. Son posesivos, creen que el otro es de su propiedad, quieren tomarlo todo, pero sin correr el riesgo de sentir, de vivir, de dejarse amar. ¿Por qué creer que el cariño ata las manos? Si se gana la libertad de amar, de dar todo de sí, de elegir a la misma persona cada día, de sortear el destino con ella de tu mano. ¿Por qué no creer en la integridad moral de una persona y mejor obligarse a firmar un papel para garantizar que ese compromiso es duradero, que es en serio? ‘deveritas, deveritas’ que el compromiso se siente en el alma y en el corazón y se procesa con la cabeza desde mucho antes de querer firmar un papel. Ven en él una cadena perpetua, una soga al cuello que no tiene de otra mas que apretar con mucha fuerza. Ven celos, dramas, rencores… Y sí, muchas veces estos sentimientos tienen cabida en las relaciones, pero no por eso definen lo que el amor es. Cada cabeza es un mundo, un dicho que tiene absolutamente la razón, cada quien representa su sentir, sus ideas preconcebidas, cada quien desarrolla su juicio sobre el amor de acuerdo a su experiencia, a posteriori de haberse lanzado a descubrir lo que puede pasar cuando encuentras a una persona que te mueve el edificio completo de lo que ha construido tu ser. Es complicado y complejo, es un enigma constante, un embrollo de emociones… Las experiencias que vivirás, los tragos amargos que no faltarán pero la libertad de hacerlo porque el cuerpo lo siente, porque el alma lo lleva en su interior. Pero les caga amar, les caga tomar por los cuernos al compromiso y demostrarse a sí mismos que pueden hacerlo. Les caga que se les presente una sola opción cuando en realidad hay muchas por descubrir juntos. El amor no jode, joden las personas, te tumban te envenenan, te llenan de mala vibra. Encuentra a tu persona, con ella el amor será lo que es, lo contrario a la agonía. Dejemos de lado el amor romántico, aquél que sólo sufre y es casi un asco. Comencemos a ver las posibilidades del querer, del ser amado, del ser correspondido y darlo todo en sacrificio, un sacrificio elegido donde no te quedas con nada de tu parte.
Fotografía: Dani Hensen
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