Hay algo estúpidamente adictivo de coger con vos.
Yo aún no lo sé.
Que me agarres y hagas conmigo lo que quieras es algo exquisitamente privilegiado.
Tus manos y la forma en que me acarician o que con sutileza, y algo de cariño, llegan a agarrarme, apretarme, amarrarme, ahorcarme. Me derrito solo de recordarlo. No puedo quedarme quieta.
La dulzura y la dureza con la que te unen a mi tus caderas, y no nos dejan escapar por un rato. Un buen rato.
Lo perfecto de tu cuerpo, de tu hombría. La seguridad que tenes al caminar cerca de mi, cuando ya estoy desplomada por haber caído del puto cielo, mientras buscas tus cigarrillos, y me sonreís al ofrecerme uno.
Desde ese momento estoy pensando en repetirlo. En que me beses la espalda, tan milimétricamente que no te queda lugar sin hacer tuyo. De mi espalda y de mi resto.
El incendio vuelve a empezar, un par de vasos después.
Y volvemos al ruedo. A girar entre las sabanas. A enredarnos en mi pelo.
Me agarra ansiedad. No puedo evitar caer de rodillas. Ver tu cara, también llegar bien lejos. Que gimas. Pidas más. Me mires. Cual diosa.
Es adictivo coger con vos. Pero por suerte, es solo eso.
Fotografía por Ivan Terekhov
Azul es mi alter ego. Azul es quién se permite pensar, actuar y, por sobre todo, sentir. Azul es quién lidia con las emociones que Maca, claramente, no puede. Azul acepta que no se puede ser fuerte todo el tiempo. Azul es la mejor versión, solo la conocen quienes son dignos de ella.
Azul es Azul.