Escritura
“Muy a menudo escribimos una frase demasiado pronto y luego otra demasiado tarde; lo que tenemos que hacer es escribirla en el momento adecuado, de lo contrario se pierde.”
–Thomas Bernhard
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Muralla
Ahora soy intocable. Nadie puede lastimarme. Después de haber sentido tanto, no sentir nada… es extraño. No me invites un trago. No me dediques canciones. No me escribas poemas ni me envíes mensajes ni flores. No estoy interesada. Estás perdiendo tu tiempo.
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Urgencia del rocío
Debió ser la luz que emanaban mis entrañas en el centro del mundo, una forma de morir deshebrándose por la hendidura, suave, un dulzor sangriento, vulnerable hebra de polen perdida en la herida. Allí, piadoso descender al núcleo.
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Las aguas del olvido
Mi piel entera se resistía, con la aversión de quien atenta contra su naturaleza, pero no tuve remedio y me armé de valor, porque para llegar a mi cabeza había que filtrarse por cada uno de los poros de mi abandonada piel.
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Llegué a ti
Con las historias mal contadas, con los mapas mal doblados y las luces menos brillantes. Pero quería conocerte, probarte, quitarme la venda que me cubría, los prejuicios que me invadían. El coqueteo inició, finalmente te conocí.
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Caída: fantasía y realidad
Hace un par de días, mientras manejaba de regreso a casa, pensé que, para mí, la realidad me golpeó por primera vez cuando mi padre murió. En aquel momento, sobre el suelo de la vida, no supe qué hacer. La escritura, entonces, no pudo protegerme.
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Lo estético sobre lo afectivo
Creo que no debí haber aceptado que me hablaras, porque desde que terminamos he estado evadiendo el tema y no me he dado tiempo de pensar en todo lo que pasó. Quizás pareciera una mentira, pero en verdad estoy tan llena de cosas ajenas.
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Ensayo sobre la vejez
No sé cuándo sucedió. Un día me levanté y la espalda comenzó a molestar. Los quejidos se me escapaban cada vez más frecuente cuando me incorporaba de la cama las cosas del suelo parecían inalcanzables. Comencé a perder músculo, mi pelo se volvió grisáceo y delgado.
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Los amantes
Despertamos el uno al lado del otro; un par de almas rotas cuya chispa había iluminado la noche y que ahora, derrotadas por el amanecer, desearían estar en cualquier otro lugar a excepción de este sórdido cuarto de hotel.
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Me chistan por lesbiana
Me repite lo mismo el desgraciado. Camina por la calle con sus dos manos vacías,atajándose de quehaceres ajenos. Se le caen las palabras de la boca. Mi pecho: dos fracciones de ansiedad. Me río con la necesidad de acogerme en una manta de peluche.
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El viento acomoda los trastes en la alacena
Abrí todas las ventanas. Las ráfagas me arrebataron la última gota que se resbalaba sobre mi cigomático. Busqué algo para volver a levantar los ojos. Soy más peligroso cuando extraño algo. Y, aún así, extrañando: los dedos de la saudade me oprimieron el pecho.
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Puerta cerrada
Me sostengo de todo aquello para no salir corriendo a buscarte. Amarro a la parte de mí misma y la arrojo en un cuarto, cierro la puerta con llave, para que no gane ese impulso. Repito incontables veces “no” cuando pienso en qué hubiera pasado.
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Nunca fuimos, nunca seremos
Confesión número cinco: uno de los últimos días, llegué y el lugar estaba vacío. Podía sentarme donde quisiera. Y sin pensarlo, me senté a tu lado, donde siempre lo hacía. Ahí supe que, después de todo, ese seguía siendo mi lugar. Mi zona de confort. Mi refugio.