Admito que no soy guapo, no soy una cara bonita o alguien con quien quieras estar. No importa, me las he arreglado solo la mayor parte de mi vida.

A veces me imagino en otros lugares, tal vez en otras épocas, casi siempre para escapar de las miradas de los otros; pero de repente me encuentro frente a mi reflejo en algún espejo del pasillo de blancos en el supermercado, o las ventanillas de los autos, los bancos y otros tantos lugares y me doy cuenta que sigo siendo feo.

Pero eso me ha traído algunas cosas buenas, como un buen gusto por el cine, la literatura, música y el arte en general.

Y entonces recuerdo las últimas palabras de aquella chica linda:

Desearía que fueras más guapo y menos inteligente.

Me vuelvo a ver al espejo, al que está en mi baño o en mi cuarto y veo algunas arrugas, mis ojos extraños, mis lentes, y me doy cuenta que sigo siendo feo.

Soy feo, pero me agrado, y no me siento mal.

Fotografía por Erik Wetsoe