Hace ya nueve meses que me mudé, la ciudad aquí es más fría. Aún no conozco a nadie. Todos aquí tienen prisa, ninguno habla. Todo aquí es extraño.
Tomaba un café en el bus rumbo al trabajo y miré con atención ese viejo suéter que te quité (nunca lo supiste), supongo que no me llevé nada más de ti, bueno, aparentemente. Creía que sería gracioso, imaginarte buscando en el armario ese suéter favorito y no encontrarlo, después verlo en mí, puesto en un día cualquiera, me hubiera gustado mirar tu expresión, saber que algo importante podía estar con alguien importante. Anhelaba tanto ese día. Por alguna razón nunca pasó. Será el tiempo, el trabajo o qué se yo. Solo un día, de la nada, dejó de haber tiempo para ambos. Sabía que podías estar mirando el televisor, yo cuidando a Tania o mirando mi serie favorita, podríamos aburrirnos solos pero eso sí, cuando éramos nosotros, nunca había tiempo. Siempre había algo que hacer. Sin embargo te extrañaba todo el tiempo, todo, te extrañaba en la mañana, al cepillarme los dientes, cuando preparaba el desayuno, de camino al trabajo, cuando archivaba documentos, cuando iba por el almuerzo, en la ducha (sobre todo), cuando peinaba el cabello de mi hija, cada ciclo del cepillado, pensaba en tus besos, tu sonrisa, en tus ojos que brillaban aún más con la luz de la luna, y tu cabello era un resplandor con el sol, quizá entre las 2 o 3 de la tarde, brillaba más, pero no lo notaba por mis ojos, lo sentía en el alma. 9 meses ya y aún siento tus manos tocando mi rostro.
Ah, sí, el suéter, lo lavé como unas 300 veces, tu aroma seguía ahí, intacto. No creía posible eso. La ciencia diría que no, pero quizá el suéter ya no tenía nada que ver en esto, quizá era yo. Por alguna razón ese suéter era mi favorito, me veía bien, tu te veías bien, me hacía sentir bien, te hacía sentir bien, me gustaban los bordes y la textura que tenía en las mangas y a ti te gustaba el color verde. Ese suéter que ambos amábamos era el puente que nos conectaba a los dos, los 59 kilómetros de distancia no significaban nada cuando tenía aquel suéter. No había nada, ni una sola cosa que me hiciera afirmar tu existencia en mí que ese pedazo de tela, armado y confeccionado; cálido y viejo color verde (el verde era tu favorito desde que te conocí).
La verdad es que no sé como alejarme de tí, porque literalmente ya lo hice, pero aún estás aquí conmigo, puedo sentirte. Me veo en el espejo y también te veo. Además tengo este suéter que amo pero que igual me atormenta. Ya pasaron 9 meses sin saber de tí y parece que han pasado solo dos horas.
“De lo que en algún momento fue nuestro, con amor y cariño para Saaid”.
Yuri
2021
Fotografía por Erik Wetsoe
Estudiante de sociología y escritor de mierda.