Hubo un tiempo en el que mi alma gemela fue una persona con la que me sentí totalmente alegre, acompañada, sacaba mi lado más divertido, mi lado más dulce. Solo con mirarnos desde el otro lado de la habitación ya sabíamos en qué estábamos pensando. Era una conexión telepática, no hacía falta que me hable para saber lo que necesitaba. Llegué a conocer cada disgusto, cada pena, cada miedo, cada sensación que la rodeaba. Mi alma no parará de recordarla con mucho amor.
Luego llegó el turno de conocer mi alma, que no es precisamente gemela, es algo complicada, muy indecisa y demasiado soñadora. Llegó el turno de realzar mi más pequeña hazaña, corregir todo mis errores y aprender en mi camino. Aceptar que todo pasa. Darme un abrazo al final del día porque así todo esté mal tengo que seguir remando.
Ahora, en pleno autodescubrimiento, he conocido una especie de alma gemela proveniente de alguna vida pasada. Con esta nueva alma me siento en calma. Podría definirse en una sola palabra: comodidad. Puedo ser yo con miedos, inseguridades, con mis virtudes, con mis sueños, con mis pasiones. Y él simplemente puede ser libre a mi lado. Es como si nos hubiéramos querido mucho en alguna vida pasada. Una conexión muy intrínseca, muy nuestra. Algo que pasa de lo físico y radica en lo que hay dentro de ambos. Fue maravilloso.
Ahora una parte de mi está con él y parte de su alma está conmigo.
Hasta que nos volvamos a encontrar.
Fotografía por TolikTolik TolikTolik
Escribo mal.
Escribo acá solo para dejar de aburrirme de la monotonía de vivir.