Pensando en las sonrisas configuradas de una mañana escuchando trova.
Te vi, me viste dos años después, tal vez uno, tal vez tres.
Llegaste sonriendo, me abrazaste, nos abrazamos, caminamos al ritmo del post punk y cogimos al ritmo de Another Day in Paradise.
Te fuiste, te fuiste de nuevo, regresaste… ¿regresaste?
Me cargaste y me tiraste, me abrigaste y me mojaste.
Soñamos abrazados sobre el mismo sillón, tu sillón.
Caminamos sin dirección y nos equivocamos de dirección, me contaste secretos, y te marque llorando mientras había problemas familiares.
Bailamos toda la noche y debrayamos a las tres de la mañana sobre el egoísmo de la naturaleza.
Compramos vino y pan como recién casados.
Nos tomamos de la mano durante una tarde violeta y recorrimos un tramo del mundo hasta besarnos.
Me viste vomitar, te vi orinar, así como vi la conjunción de tu piel más blanca y rosada que la mía, así como vi tus ojos a la sombra y al sol, al igual que tu cabello y pensé en lo afortunada que era por compartir contigo ese momento.
Te acompañe por primera vez a lo desconocido y estuviste conmigo el primer día que sentí lo que realmente era estar muerta en vida. Bebimos cerveza, pulque y café y chocolate. De la nada sacaste un licor y un mezcal, de la nada saque un libro y película.
Nos mojamos, nos asoleamos, nos despertamos, nos insultamos, nos hablamos.
Un café y un chocolate fueron la última parte de la historia. ¡No! Fue la feria de tu colonia, los tacos de la esquina, los abrazos por la calle bailando y cantando, completando canciones el uno con el otro, desnudándonos alma y cuerpo, haciendo contigo lo que con nadie nunca había hecho.
Te quisé, me quisiste, me escuchaste, te escuche.
Un mensaje un día de julio, un abrazo un diciembre, un beso en enero, un adiós en febrero, una noche en abril, una noche un día de julio.
Nos fuimos. Nos corrimos. Nos largamos con un beso.
¿Nos estamos largando?
Si, nos largamos ya.
Estoy aquí, al otro lado del adiós, sin astros ni relámpagos. Confirmando el fin, en el lugar donde te vi, hace tres años.
Pensando en el peso y las configuraciones de nuestras sonrisas después de conocernos.
Fotografía: Stefano Majno
Modo Índigo.