Tenías que ser tú. Pendejo.

Y precisamente tenías que venir cuando mejor me sentía, cuando dicen que en el estado mejor en el que te encuentres es cuando atraes las mejores cosas… Yo sólo me pregunto:

¿Por qué te acepté en mi vida? ¿Por qué permití que entraras en mi intimidad? ¿En qué momento te respondí ese mensaje ‘erróneo’? ¿En qué momento me dejé llevar por ti? ¿Para qué todo ésto? ¿Qué es lo mejor que viniste a dejarme?

Y quisiera odiarte con todas mis fuerzas, pero tengo algo en mí que hace que a la gente que amo no pueda odiar, quisiera que regresara el tiempo y saber en que me metería, porque bastó solo un mes para prenderme de tí, y anhelo que seas tú el de los mensajes sonando en mi teléfono, y anhelo que seas tú el de los halagos que me dan los demás, y anhelo que seas tú el que estuviera pasando por éste trago amargo de enamoramiento y no yo.

Cansada de leer que todo llega por algo, que todo es para crecer, para avanzar, que esté tranquila en ésta situación… Me cuesta aún saber cuál es el objetivo de todo ésto. Por qué mi mente sólo se maneja hacía todo tú, y aunque no eres mi tipo ideal, te has clavado en mi mente y en mi vida como estaca.

Me calmaría saber tus sentimientos, que piensas lo mismo que yo, porque haciendo a un lado al ego, yo andaría conmigo, y siendo realistas no entiendo porque me aferro caprichosa a tí. Eres un feo que no da nada, no aporta nada, no eres de una sola.

Lo único que diré como fin, es:

Gracias por ayudarme a recordar todo el amor que tengo en mí que sentía perdido para ofrecer a los demás, me he dado cuenta que puedo dar mucho y siempre más, gracias a ésto me doy cuenta que aún me falta sanar. Gracias hombre desgraciado e infeliz. Pendejo, no te odio. Te amo.

Fotografía por Denis Ryabov