Sobre fracasos y otras propias teorías

Hay cosas, situaciones, media vida que se niegan a ser escritas. Se mantienen año tras año y no se dejan convencer. No se debe a que lo que he vivido no esté ahí y no merezca ser escrito, sólo se debe a que la forma adecuada de la historia quizá no la sé mostrar. Cada historia tiene una única forma, y si no logras encontrarla la historia no se contará definitivamente. Puedes probar una docena de formas inadecuadas, pero en ningún caso llegarás muy lejos antes de descubrir que no has encontrado la adecuada, entonces la historia se detendrá y declinará seguir adelante. He escrito decenas de veces de manera equivocada, y cada vez que yo presentaba el resultado, me respondían con la misma crítica letal: Nunca me dicen una sola palabra, su silencio habla. A lo largo de ocho años, intenté seis veces contar un relato breve y sencillo, consciente de que se contaría por sí solo en dos horas si era capaz de encontrar el mejor punto de partida. Me apunté varios fracasos. Darme cuenta que sólo tengo que escribirlo como lo he contado. Dos horas más tarde estaba terminado a mi satisfacción. Comenzar adecuadamente es, ciertamente, fundamental.

Comencé un cuento cuatro veces y no marchaba. Bastaron dos veces para descubrir mi error después de haber escrito alrededor de casi cien cuartillas. Lo descubrí por tercera vez cuando llevaba un gran avance casi a punto de escribir ‘fin’… luego lo dejé y rompí todo como si fuera una terapia para sacar el coraje y darme cuenta que ahora quiero ser poeta. Tal vez cambie de parecer, tal vez no, tal vez sólo quiero que dejen de catalogarme sobre lo que escribo. Sin títulos.

Y pues, nada interesante. Sigo.

Fotografía por Marc Gassó