No recuerdo la última vez que nos vimos. De hecho, ha pasado tanto tiempo desde aquella vez que ya no recuerdo muy bien tu forma física. No recuerdo tus facciones, no recuerdo tu tono de voz, no recuerdo tu olor, no recuerdo la forma en que me mirabas, no recuerdo casi nada; como si nunca hubiera pasado.
Lo que recuerdo es la forma en que peleábamos, en que nos gritábamos, en que nos dejábamos de amar por un rato, para luego reconciliarnos con un sexo que no era perfecto, pero era tal vez el que merecíamos en ese momento.
Hay veces que pienso en ti, pero no te extraño.
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No seamos ingratos con lo que nos espera el lunes. Disfrutemos que hoy es viernes por la noche. Disfrutemos que hoy estamos solos en casa. Disfrutemos que hoy no nos hemos disgustado. Disfrutemos de la lluvia, de nosotros.
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Se acaba de ir la luz. Tengo trabajo que entregar. ¡Puta mierda! Tenía que pasar ahorita. ¡Puta cagada!
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¡Puta madre! La comida del perro, se me olvidó comprarla. Voy a pasar a Aurrera a ver si aún está abierto.
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Recuerdo todas esas idas al cine, en donde cada martes, después de la escuela, íbamos solos tú y yo. Siempre eras tú quien escogía la película. Me enojaba que lo hicieras, me cagaban tus pinches películas extranjeras sin un orden, mucho menos un argumento. Pero al final, la pasábamos bien.
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La próxima semana van a despedir a alguien, ojalá sea a mí. ¡Puto trabajo de mierda! En estos tiempos, ¿quién quiere ser contador? Ya nadie necesita a un contador para hacer una suma o una resta, eso lo puede hacer una calculadora o un iPhone. ¡Puto trabajo de mierda! ¡Putos números de mierda!
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Hace dos semanas nos encontramos, por accidente, en un bar. Fue la noche más incómoda de mi vida.
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¿Por qué los Aurreras no son 24 horas? Ni modo, el perro se va a quedar sin comer hoy. Por pendejo.
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Recuerdo el día que nos fuimos a vivir juntos. No lo podíamos creer, era tan perfecto que a los dos años optamos por separarnos.
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Ninguna empresa necesita contadores. Una empresa necesita robots inteligentes, que no solo sumen y resten, como yo.
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No estaba seguro si era ella, ya que juntos frecuentábamos aquel Aurrera. Ahora, solo lo frecuento yo para comprar la comida de mi perro.
¿De mi perro? El perro era de ella, ella lo llevó al departamento donde vivíamos. Es un perro flaco y torpe. No sé que hago con él, debería de dejarlo libre. Yo debería de ser libre.
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-Dominguez, necesito para hoy los reportes del mes y las cotizaciones. Me urgen.
-Señor, hoy es mi cumpleaños.
-Ah, ¡felicidades! Ahora, póngase a trabajar.
-Sí, señor.
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Ya comió y ya cagó, ahora, que se baje de mi cama, perro estúpido.
Escribo, pero desde que ya no estoy triste y estoy enamorado, ya no escribo, aunque podría escribir sobre lo que siento, pero nunca he escrito del amor, pero podría intentarlo.