A mis nervios,
pulsaciones que no controlo,
huyo de vez en cuando en busca de esta situación,
buscando que salgan disparados, que choquen unos con otros,
que colapsen, que degeneren mi vista.

Otra visión del mundo me regalan cuando se divierten
y truenan mis piernas, cuando mi mano cava una tumba en mi nuca,
cuando salgo de mí, cuando el yo que está siendo comienza el viaje,
y comienza a ser el yo que era antes, convirtiéndome en fotografía.

A mis nervios les regalo mis ojos
para que bailen en el vacío de cualquier parte,
cuando me esfumo dejando mi cuerpo presente
dejando la imperfección.
Les dejo un monumento mal trecho para que hablen con él.

A mis nervios les regalo mil carcajadas burlonas
para la vida, para confundir a la muerte que me ha rodeado,
que piense que la idea de su existencia la celebro, que su soplo me refresca las cienes.
Que mis dientes amarillos sean luces para alumbrar su camino de vuelta con los míos ya ausentes.

A mis nervios les regalo cafeína
para estar al pendiente de su sueño y su amenazante desvelo.
Que mi cuerpo no descansa sin una pelea entre las horas de ayer y las horas que se agrupan,
esa inclemencia que me hace disfrutar las primeras horas de Sol y odiar las primeras muy tempranas olas de luz.

No, esa luz no alimenta mi traslúcido ropaje y mis entrañas siguen añejándose.

A mis nervios los convoco con cada letra que
nunca llegará a convertirse en poesía,
línea insulsa para ser poesía, línea embellecida para ser un grito de auxilio.

A mis nervios que se han quedado
con un poco de ansia de salir corriendo mientras escribo esta última línea.

A mis nervios… que no nunca me dejan terminar nada.

Fotografía: Lukasz Wierzbowski