Inkultur

¿Cómo nació este local y qué lo hizo diferente desde el principio?
Este espacio nació como una idea que imaginamos durante años. Quería combinar dos de mis pasiones: disfrutar de algo rico, diferente y bien hecho, mientras leo o escucho música. Siempre he sentido una conexión especial con los medios impresos y con la lectura “informal”, esa que se disfruta sin pantallas y sin prisas. Inkultur surge con esa intención: crear un lugar cómodo y sin pretensiones, donde puedas pasar el tiempo con alguien especial o simplemente contigo mismo.

¿Qué parte del día, del espacio o del proceso creativo disfrutan más quienes trabajan aquí?
Siento que hay dos momentos de consumo muy distintos. Por las mañanas vienen personas que buscan estar tranquilas; el ambiente es más calmado, ideal para leer, escribir o simplemente relajarse. Por la tarde, el espacio se transforma: hay más movimiento, conversaciones, risas y música. Suena la playlist del día en el sound system —un poco más fuerte, pero sin interrumpir las charlas. Siempre hay alguien hojeando libros o revistas, probando algo nuevo de la barra o simplemente disfrutando del momento. También, una parte del proceso creativo que más disfrutamos de nuestro lado es conectar con las personas, compartir y realizar un intercambio de opiniones, ideas y momentos amenos. Esa es la verdadera magia del espacio Inkultur: la intervención del espacio y la conexión humana —y consigo mismo— que surge de manera natural.

Si alguien entra por primera vez, ¿qué es lo que no debería perderse?
Definitivamente, probar una bebida que no haya probado antes. Tenemos diferentes opciones de matcha con fruta natural, agua de coco o agua tónica, y nuestro best seller: el Einspänner Matcha, un matcha con un foam dulce y salado. También hay cafés tanto convencionales como más experimentales, mocktails (como uno a base de calpis que sabe a pay de limón) y kombucha para quienes buscan algo más saludable. Y, por supuesto, vale la pena explorar las publicaciones: siempre estamos renovando la selección, con pocas copias de cada título.

¿Cuál ha sido un desafío interesante que los haya hecho replantearse algo sobre el proyecto?
El mayor desafío es que inicialmente íbamos a ser un matcha bar, pero actualmente hay una crisis global de matcha, y definitivamente ese ha sido nuestro principal reto. También ha sido un desafío comunicarle al consumidor que, en las revistas que traemos, la “temporalidad” no es tan relevante como en las publicaciones convencionales. Cada título tiene colaboraciones únicas y un contenido con un valor intelectual muy alto, creado por gente súper interesante. No se trata de lo nuevo o lo viejo, sino de la calidad y la intención detrás de cada publicación.

¿Qué influencia, idea o referencia sigue guiando lo que hacen hoy?
Todavía nos mueve la misma idea: crear un lugar donde las cosas se sientan. Donde una bebida, una revista, un libro o una canción puedan despertar algo. Inkultur sigue guiándose por la intuición, por la belleza y por el deseo de mantener viva la cultura impresa.

¿Qué lugar, proyecto o persona los ha inspirado últimamente y por qué?
Nos inspiran proyectos que entienden el papel y la cultura como experiencias vivas. MagCulture en Londres, por su visión editorial y su respeto por el formato impreso; Climax e Isabella Burley, por cómo cruzan arte, moda y pensamiento contemporáneo sin perder autenticidad; y OFR Paris, por su energía entre librería, galería y punto de encuentro. También nos influencian muchas tiendas en Berlín —de distintos giros— donde la música forma parte del ambiente sin pedir permiso, donde el sonido es parte del lenguaje visual y sensorial del espacio. Nos gusta esa libertad, esa mezcla de rigor y caos, de contemplación y movimiento. Inkultur está un poco en medio de eso: entre el silencio del papel y el pulso de una canción.

Si su espacio pudiera invitar a alguien a colaborar por un día, ¿quién sería y qué harían juntos?
Nos encantaría colaborar con una distribuidora de cine como A24 o alguna similar. Imaginamos crear una bebida inspirada en una de sus películas, algo que traduzca su estética y atmósfera en sabor —una especie de “cine para beber”. También nos gustaría organizar charlas con directores, autoras y creadoras, promover el cine de arte y crear puentes entre la pantalla, el papel y la experiencia en el espacio. Además, nos inspiran profundamente las mujeres creativas: directoras, escritoras, diseñadoras, editoras. Creemos que su mirada transforma la cultura contemporánea, y sería un sueño poder generar colaboraciones que amplifiquen esa voz desde Inkultur.

¿Hay algún objeto, rincón o detalle del lugar que tenga una historia que pocos conocen?
El grifo del baño tiene una historia que pocos imaginan. Se volvió una obsesión: pasé horas en subastas de eBay y en rabbit holes de páginas de plomería buscando el indicado. De pronto todos los grifos me parecían sin alma —demasiado nuevos, demasiado pulidos, sin historia. Encontrar el correcto fue casi un acto curatorial. También está la bocina Transparent Brutalist, que no es solo un objeto sino una experiencia. Suena increíble, pero además dialoga con el espacio: es tan visual como auditiva, un punto medio entre escultura y tecnología. Son detalles que podrían pasar desapercibidos, pero para nosotros son parte esencial de lo que hace que Inkultur se sienta distinto.

Si este proyecto fuera una ciudad, un libro o un disco, ¿cuál sería y por qué?
Berlín es, por siempre, mi fuente de inspiración. Tengo una atracción magnética con esa ciudad; cada vez que regreso, me reencuentro con una parte distinta de mí. Es el lugar que transformó mi forma de mirar: me enseñó a apreciar la no perfección, la belleza de lo feo, el caos con intención. Un poco como el espíritu de John Waters, pero traducido en calles, sonidos y gente real. Todo lo que viví ahí se filtró en mi manera de entender la estética y el alma de las cosas; por eso, de alguna forma, cada proyecto que hago es una carta de amor a esa ciudad. 

Respuestas por Andrea Garza Ruiz, directora creativa de Inkultur.