Ella dijo que lo quería leer aquí

Ella dijo que lo quería leer en aquí.

Que sí, que Penguin Random House y Ediciones Antílope suenan a sitios importantes, pero que no le impresionan tanto – porque no los conoce. Que a ella, desde que le regalaron una ERRR en no sé qué concierto del Plaza Condesa, le encantó la revista y luego lo que subían a sitio web.

“Sí, entiendo, pero igual ya lo mandé a Tierra Adentro”, le dije.

Me respondió que qué era eso; que le sonaba como a un sitio parecido a Lagos de Moreno. O algún lugar de Michoacán.

Entonces tuve que decirle al editor que mejor no lo publicara. Y él me dijo que mejor ya nunca más le mandara textos.

Luego se lo escribí en una servilleta. Y, sin leerlo, la uso para limpiarse la boca después de comer en KFC.

Otro día, con un porro, algunas latas de whisky y La Femme sonando al fondo, me lo explicó.

  • No se trata de ti, me gusta lo que haces. Leí esa crónica que nunca te pagaron, la de la mujer que intercambió latas de aluminio por monedas y así ahorró para comprarse un caballo en… ¿Era Huehuetoca? Leí esa. Igual la de la Feria del Caballo. Siempre vas a lugares raros o con gente rara, ¿te lo habían dicho? Aunque al verte por la calle pareces de lo más normal. Pero bueno, no se trata de ti o de otros sitios. Se trata de mí, algo que quiero.
  • Pero, ¿por qué ahí?
  • Es algo… difícil de explicar. O bueno, no, pero tiene que ver con algo que me pasó hace tiempo.
  • Cuéntame.
  • Conocí a una chica. Una de esas chicas de ojos grandes que pueden enamorar fácilmente a cualquier güey. Ella siempre usaba vestidos coloridos y tenía los ojos casi verdes… digo casi porque a veces se le veían cafés. Bueno, conocí a esta chica en una fiesta gracias a amigas en común y, después de coincidir en otros lados y contarme que estudiaba biología, que se iría pronto de intercambio y que tenía un novio al que amaba, me dijo que una vez un tipo que no conocía tanto le escribió una especie de carta. Una musa cíclica, algo así era el título. Y que este tipo la había publicado en ERRR. Me la enseñó, la leí y me gustó.
  • ¿El tipo estaba… enamorado de ella?
  • No lo sé. Por lo que decía el texto, estaba impresionado. Pero no creo que la impresión sea amor. Creo que tal vez quería enamorarse de ella, pero no pudo.
  • ¿Por qué no pudo?
  • Supongo que porque la chica se acabó yendo. Además, como te dije, tenía – y creo que todavía tiene – novio.
  • Ojalá aún lo tenga. Pero bueno, entonces, ¿tú por qué quieres que te lo escriba en ERRR?
  • Porque no te conozco tanto pero tampoco eres un desconocido. Además, sé que sientes algo por mí. Y tal vez ambos queremos enamorarnos pero no habrá éxito. No lo habrá porque no sabemos lidiar con el sentido de pertenencia. Además, recuerda que tengo novio. Pero me gustaría que quedara el registro de lo que piensas de mí para de vez en cuando volver a leerlo y así saber que los “por siempre” no existen. También para acordarme de ti y alguna tarde llamarte, coger, beber y despedirnos. Y bueno, por la historia de esta chica, me gustaría que fuera allí.

Me quedé callado y le di un trago a la lata de whisky. Luego la miré a los ojos, ya bastante rojos, y le dije:

  • Tania, se llama Tania. Y también creo que en ese entonces yo quería enamorarme de ella. Pero ya sabes lo que dicen, o bueno, lo que dice Ernest Vail: eso de que las chicas bonitas no pueden quedarse para siempre contigo porque entonces dejarían de parecerte bonitas y se convertirían en chicas normales. Y no solo le escribí un texto sino dos. El otro me gustaba más, el titulo lo resumía todo: Al ser ella no puede ser de nadie. Ese nunca lo leyó aunque también estaba en ERRR; hace poco lo intenté buscar pero ya no aparece. Tampoco en ese sitio existen los “para siempre”. Entonces, si te lo voy a escribir ahí. Te lo voy a escribir para que sepas que me gusta verte fijamente, que me gusta tu boca suave, que me gustan las onomatopeyas que produces y me gusta cuando te vas inesperadamente. Pero algún día, cuando lo quieras volver a leer, ya no lo vas a encontrar. Y te vas a olvidar de mí. Y yo espero nunca volver a hablar con otra chica que haya leído lo que te escribí.

Fotografía por Michele Vittori