Vivo en una ciudad donde la única esperanza es morir por causas naturales antes de que alguien te mate. Donde la gente mira al cielo no para apreciar nubes sino para evitar las gotas. Una ciudad que es varias ciudades que se confronta a diario. La dividen bajos camellones que separan riqueza de miseria. Aquí convergen todas las religiones del mundo pero nadie se tiene fe a sí mismo. Aquí una bala perdida siempre tiene un objetivo.
La gente sube al transporte público de pésimo humor y baja de peor. La gente se queja por la frase “Ya sé que no aplauden” pero le da igual el famélico moribundo que pide limosna en las calles. Aquí es más fácil compartir una buena acción a través de redes sociales que salir a la calle con una bolsa de croquetas para repartir a los animales. Las banquetas están llenas de mierdas y las bolsas de armas. Al día se dicen más “chinga tu madre” que “por favor” y “gracias”. Aquí te enamoras en una noche y sufres toda la vida.
Esta es la ciudad de los vendedores ambulantes y de los hedores. De la prostituta de la Merced que jamás escuchara las canciones de Charlie Parker. Del fotógrafo de nota roja que ve una muerte como una oportunidad de recibir un aumento. De la joven lisérgica capaz de vender su cavidad por más sustancia. Del viejo ciego que usa un micrófono y su poco talento para generarle dinero a alguien más en el metro. De la señora que justifica su despotismo con su edad. De la adolescente que pide respeto en Twitter pero en clase llama puta a otra. Del niño que llora porque no le han comprado el Halo más reciente. Del adulto que, a pesar de llevar bastón, cede el asiento.
Lo de “ciudad de los palacios” es un espejismo: esta es la ciudad de los extremos: Hay quienes pasan más tiempo al día en su carro que jugando con sus hijos. Hay quienes se encuentran una cartera repleta y la regresan. Hay quienes se encuentran a una anciana decrepita y la despojan.
Parece que el guion de esta ciudad fue escrito por Harmony Korine. Un par de casas de fachada similar pueden ser tan dispares porque una tiene horno en el patio y la otra estufa eléctrica. Aquí los hoteles reciben más amantes que matrimonios. Aquí el verdadero logro del artista es no morir de hambre. Aquí la playa es el plan del verano y el pavo el del invierno. Hay gente que nunca ha salido de la ciudad, que nunca la dejará. Que su cosmos son cuatro paredes y pocos metros cuadrados. Que, cuando les hablas del aire limpio, piensan de inmediato en tanques de oxígeno. Que, cuando mueran, pasaran a ser parte de un panteón donde años después se instalará un Oxxo.
Es la ciudad donde vivo, duermo, cago y como. Es la ciudad donde ella vive, duerme, caga y come. Es la ciudad donde tú vives, duermes, cagas y comes. Pero donde nadie, absolutamente nadie, sabe cuántos cables hay sobre los postes.
Fotografía por Michele Vittori
Escribo en libretas baratas y en medios como Milenio, Nexos y Yaconic. Aficionado a los bosques y a las panteras.