el bronceado

ojalá pudiera salir desnuda a comprar pan y galletas y que el vendedor viera mi bronceado cuidadosamente cronometrado para cubrir mi piel blanca de manera uniforme; que al acercarme a pagar pudiera notar el brillo dell pequeño pelo corporal que recubre mis brazos gracias a una casi espiritual rutina de aplicación de humectante para mantenerla así; para que al final suspirará provocando que sus fosas nasales se llenen del aceite de coco que se resbala apenas acabada de ducharme para perpetuar el color que me dió el sol.

 

pero ahora sólo lo veo en mi espejo con anhelo antes de vestirme en una cosa incómoda que aparte esconde el cuerpo que comer verduras y practicar box me ha dejado, pero esa es otra historia

Fotografía: Julia Tröndle