Tu recuerdo como ente imperfecto se encarga de convertir el amor que alguna vez palpité en una voz difusa, que a veces se escucha y otras tantas se siente.
“El amor que viviste ahora es un eco, sonido del pasado que te recuerda lo que fue (no hace mucho) y que golpea, grita y agita constantemente”, me dice, y yo le respondo que me deje en paz y se haga a un lado, pues lo único que me ha dejado es más debilidad que fuerza. Si se atreve a traer de vuelta ese eco no le aseguro que será un sonido pasajero.
He intentado difuminar tu recuerdo de muchas maneras, más se aferra a mí lamentándose y diciendo: “es indispensable mi presencia”.
Me asegura que pronto los días traerán nuevos visitantes, que al venir de paso por mi cabeza no querré que se alejen, que los invitaré a permanecer en mis pensamientos y a tomar el té un rato, un día o dos… tal vez toda la vida.
Confío en el futuro, solo espero no me defraude ya que el corazón me ha dicho que se pondrá a su servicio.
Le confieso a tu recuerdo el miedo que le tengo, pues me aterra que nunca deje de traerte de visita; le cuento desesperada e influenciada por la incertidumbre que no sé si te quiero por siempre aquí en mi corazón, en un rincón, y conformarme con tu presencia toda la vida, o si necesito que te lleve con el olvido para no volver a extrañarte.
Ni siquiera él -tu recuerdo- tiene la respuesta.
Empecé a escribir a los 16 años, solo que antes era un secreto. Ahora tengo 22 años y continúo sintiendo a través de la escritura.
Que se sepa que todo lo que plasmo viene de lo vivido, internalizado, encarnado y sufrido. Partes de mi siguen vivas gracias a mis textos y poemas.
Residiendo en la CDMX.