¿En qué piezas o proyectos has estado trabajando últimamente?
Estoy trabajando en dos obras de arte simultáneamente, una que refleja la paz que se puede encontrar en los momentos de soledad y otra que habla un poco más de lo que es para mí la forma en la que veo el mundo.


¿Qué aprendiste (o desaprendiste) mientras trabajabas en ello?
En estos meses he aprendido algo que, aunque parece obvio, necesito recordarme constantemente: no rendirme, no detenerme, no frenar, incluso cuando las cosas no salen como espero o los resultados no llegan tan rápido como quisiera. Seguir adelante, porque con el tiempo todo comienza a transformarse. El trabajo que empieza siendo una cosa, muchas veces cambia de rumbo, nos señala nuevas direcciones y, en más de una ocasión, termina siendo mejor que la idea inicial. También he aprendido —o más bien desaprendido— a no hablarme mal. A tratarme con respeto, a tenerme paciencia en mis procesos, en mis ideas, en todo.

¿Qué palabras, ideas o emociones te rondaban la cabeza?
Me mudé a Berlín hace dos años y el proceso no ha sido lineal: ha sido desafiante, a veces difícil y en ocasiones un poco solitario. En una ciudad tan llena de todo, pero muchas veces carente de color, he encontrado inspiración para crear mi propio universo, mi propia fantasía. A veces como respuesta —y a veces como burla— a la idea de “manifestar”. Porque aunque es cierto que me gusta creer en ello, también lo veo como algo cómico y fantástico, con un enorme potencial, sobre todo frente al clima político mundial en el que vivimos hoy.


¿Hubo alguna conversación, película, música o libro que se haya colado en ese trabajo?
Sin duda, han sido muchas las caminatas por las calles de Berlín: entre naturaleza, graffiti, caos y diversidad. Siempre acompañadas de música —mucho jazz como Berlioz o Piero Umiliani y, en general, de música clásica. La fotografía y la moda también forman parte esencial de mis procesos creativos; la cultura pop y el diseño gráfico se reflejan tanto en las imágenes que comparto en Instagram como en lo que disfruto pintar. En mi estudio, el sonido es otra compañía constante: me gusta escuchar la radio, y aquí en Berlín he encontrado en la estación de música clásica una presencia diaria que me acompaña mientras trabajo.

¿Qué fue lo más difícil que has enfrentado últimamente en tu proceso creativo?
Creer en mí. Esto siempre me ha costado trabajo, el creer que puedo, que lo voy a lograr, el entender que las cosas toman tiempo, trabajo, esfuerzo, conexiones, el entender que la vida a veces se trata de ir con miedo, pero ir hacia donde queremos ir. Vale más la pena avanzar con miedo que quedarse estáticos por el miedo a fracasar.


¿Cuál es tu restaurante favorito y qué nos recomiendas pedir?
En Berlín uno de mis lugares favoritos Monsieur Vuong, es comida vietnamita y el platillo que siempre pido es el Grünes Curry Dau acompañado de una buena cerveza.

Si este mes tu vida fuera una película, ¿qué título tendría y quién haría el soundtrack?
Se llamaría “Coming back to life” y el soundtrack sería una mezcla entre Rusowsky, Kali Uchis, Bomba Estéreo y seguro que algo de Bad Bunny se colaría por ahí.


Recomiéndanos algún artista que sigas, que te inspire, y dinos qué es lo que más te gusta de su trabajo o de su forma de trabajar.
Zsófia Keresztes, Miranda Makaroff y Gustav Westman son artistas jóvenes que me inspiran profundamente. En ellos he encontrado un mismo campo semántico, una narrativa que resuena con la dirección hacia la que va mi arte. Me recuerdan la importancia de no tomarme las cosas tan en serio, de aprender jugando y de crear el arte en el que creemos. Son artistas que se alejan de lo “común” y que, hoy por hoy, están marcando una fuerte presencia dentro del mundo artístico.

Soy comunicadora visual de profesión, me he dedicado al diseño gráfico por años y el arte siempre ha estado presente en mi vida. Ahora resido en Berlín en donde sigo buscando hacerme un nombre en el arte.
