Le dije a mi papá que me querías en serio, él me dijo que nada en esta vida lo es.
Aún te recuerdo hasta la esquina de ese salón donde descubrí tu existencia.
Y ahora la descubro de cerca, diciendo tu nombre como si fuera el cronómetro mismo. La danza de la kilonova eterna. La perpetuidad de la cinética asombrosa. Pareciera que la vida se define cuando miro los dos lunares de tu oreja derecha.
Al final, sólo sé que nos somos en serio.
Fotografía por Patricia Ruiz del Portal
Modo Índigo.