Breve incoherencia

Hablando con un sociópata me percaté que estaba deprimido.

Argumenté su rol, su conducta.
La teoría del caos y a su vez el orden.

“Un ente que disfruta del sufrimiento y sus análogos
no tiene derecho a sentir depresión”, me espetó.
“Es el único sentimiento que está condenado a abandonar; y,
¿cómo justificar mi depresión si me divierto del desconcierto dentro de la
coherencia ajena?”

Dieron las 3 de la tarde.

El dilema, la charla, la reflexión.
Su sangre corriendo en pequeños riachuelos por mis blancas manos.
La máscara y la verdad.

El telón bajó para cerrar la función donde él fingía ser un sociópata
y yo guardaba sus restos en forma simétrica.

Fotografía por Martin Canova