Cargamos el universo en las manos.
Estamos tocando el vacío pero ya no hay a qué temerle.
Un vistazo, una mirada más prolongada y ahora el sol ya no quema ni las estrellas se sofocan por encontrar una luz más distante.
Es de mañana otra vez, abre tus ojos rojos e irritados. ¿Qué ves?
Una avenida en construcción, una marcha infinita de almas de concreto.
El universo atrapado entre nuestros dedos es un peso que apenas y podemos soportar.
Una carga para enterrarse en el suelo. Rendirse es una tentación.
Regresar corriendo a esa avenida, regresar corriendo a las almas de polvo y destrucción. No conocíamos otra cosa más que la lluvia rompiéndose contra el cristal, solo camas hechas cenizas, solo cajas de pastillas vacías.
Ahora, mano en mano, ya casi no importa si llega el mañana. Si las ciudades se queman o si los cielos chocan contra el suelo. Hemos atrapado al universo entre nuestros dedos y ahora, finalmente, nos está hablando.
Nuestro mundo es siempre más que un cuerpo temporal, más que una avenida construida a medias.
Nuestros pasos tendrán un eco en la eternidad en un mundo donde nada permanece igual.
Al diablo con ser una dama.